Generalmente, cuando en las organizaciones piramidales se producen cambios y relevos en sus cúpulas dirigentes es que algo no va bien, incluso aunque el engranaje parezca funcionar correctamente y sin chirridos. Es lo que parece que ha ocurrido en la CEOE zamorana, que ha destituido de su cargo al secretario general, Luis de Luis, que llevaba veinte años en el puesto, aproximadamente, cumpliendo con una eficacia que hasta ahora nadie había puesto en duda, que se sepa, o que trascendiese.

Sin embargo, las cosas llevaban algún tiempo sin funcionar como antes, a lo largo y ancho de ese dilatado período de dos décadas. Y han concluido en una auditoría externa de recursos humanos, según se explica desde la patronal provincial, que ha retornado al hasta ahora número dos ejecutivo de la asociación al puesto burocrático que ocupara anteriormente. Puede que no sea el único cambio, se admite, aunque se trate de relevos técnicos que incluso pueden llevar a la contratación de un profesional como nuevo secretario general de la organización, una fórmula que no sería nueva en Zamora.

La verdad es que después de tanto tiempo sorprenderá ver a Ángel Herrero, el presidente de la CEOE, sin Luis de Luis al lado, siempre juntos, sin que se supiese casi quien era la mano derecha o izquierda de quien. Pero la comunión de ambos dirigentes se cuenta que llevaba ya meses en entredicho, en plena crisis, y que lo que ha pasado se veía venir, alicatado de uno u otro modo. Se barajan razones diversas como motivo de fondo, desde hondas diferencias de criterio en algunas materias a los enfrentamientos personales en función a las mismas, diferencias que estaban en el ambiente empresarial de la ciudad desde ya hace unos meses y que presagiaban lo que finalmente ha ocurrido, rompiéndose la cuerda, como es habitual, por el lado más débil.

Las reacciones son las que cabía esperar. Pero distinguiendo las producidas dentro del seno directivo de las del resto de la organización. Porque ahí, el asunto ha servido para remover un tanto protestas e inquietudes que aunque no lleguen a ser públicas están en el ambiente empresarial. Y no son pocos los que se refieren a la necesidad que a su entender tiene la CEOE de cambios, empezando por la misma presidencia que lleva casi otros veinte años ocupando Herrero Magarzo, indiscutido en las elecciones pero discutido luego tanto por sus duras críticas a las instituciones locales como por la burbuja creada a su alrededor y de la que es acusado.

Verdad es que desde que empezó como AZE, a la patronal zamorana, representante principal del escaso tejido industrial de la provincia, se le ha reprochado con frecuencia una excesiva fijación política, con posicionamientos, intervenciones o presiones ajenas en principio a una asociación cuyo fin es la defensa de sus intereses empresariales. Puede que algo de eso haya, aunque tienen pleno derecho a su libertad de expresión. Por lo demás, Ángel Herrero, con sus luces y sombras un buen presidente, sufre ya el desgaste que produce tanto tiempo en el cargo y de ahí pueden venir los problemas.