Uno y muchos pasamos por nuestras carreteras comarcales, unas mejores y otras con necesidad de arreglos, pero todas transitables. Conducimos veloces en busca de grandes y lejanos eventos y monumentos o queriendo alcanzar pronto la capital. Y en no pocas ocasiones basta detenerse, mirar y preguntar para quedarse sorprendido y admirado de la cantidad de buenas cosas que se pueden encontrar hasta en el más pequeño poblado: fuentes, alamedas, riachuelos, tabernas, potros, herraderías, viejas explotaciones mineras, modernas instalaciones agrícolas, cultivos, cerramientos de fincas, bodegas, picaportes. Restos de castillos, murallas y hasta un original scriptorium medieval como el de Tábara. Entiendo que una coordinación y la publicidad correspondiente serían suficientes para incrementar el turismo interior de calidad, histórico, cultural, costumbrista, paisajístico, la autoestima e identidad zamorana, la autocomplacencia ya que disponemos de valiosas realidades, cuyo conocimiento en profundidad nos puede vincular más con nuestra tierra, su pasado y sus actuales administradores.

Sobre una puerta antigua hay en Moralina un letrero que dice «No te cierres». Se anunciaba ya la X Feria de artesanía y productos típicos de la comarca. Julio Borrego compuso para la ocasión el siguiente poema: Abre la puerta a lo que es tuyo… Se sacaron a la plaza panes, potes, cestas, paños. Nació la primera feria y han pasado ya diez años. El pueblo con sus paellas asombró a propios y extraños que se chuparon los dedos y han pasado ya diez años. ¿Qué son ciento veinte meses para gente con redaños? Sigue nuestra puerta abierta y han pasado ya diez años. Al visitar su museo de las tradiciones los boticarios, alcalde y creadores del museo doña Adela y don Edesio, tomaron las llaves y y nos permitieron contemplar tanta belleza y buen gusto. Se había hecho con fondos del programa «Territorios ibéricos». Museo de las tradiciones distribuidos en las secciones de barro, piedra, hierro, aperos de labranza, que alberga cazuelas, pucheros, alfarería, yugos, arados, llantas, celemines, ochavas, cedazos, cribas, tajas, cinchos para hacer queso, cestas, escobas para el corral, la casa, la era, dedales para la siega, hoces, guadañas, cuernos para la sal, zurrones para la merienda, chancas, polainas, cornales, sobeos, rastros, cardas, herraduras para burro, caballo, vacas, tijeras de esquilar, moldes para adobes y un largo etcétera. Todo muy digno, ordenado y conservado. Un pueblo que aprecia y muestra así su pasado ya está haciendo buen presente. Esto es valorar su cultura y legarla. En un edifico al lado muestran la maquinaria de siega, trilla, arada, escardadera. Desde los tiempos romanos hasta nuestros días. A las puertas encontramos un escrito que dice: Manos sabias que trabajan y conocen los materiales, manos que te enseñan y te invitan a disfrutar de los saberes y los trabajos necesarios para convertir los recursos del entorno en objetos humanos, cotidianos.

Unos kilómetros más adelante y antes de llegar al puente de Requejo conocido como puente de Pino que une Aliste con Sayago y sobre el Duero de forma impresionante, nos detenemos en otro pequeño lugar. Villadepera. Aquí es un museo de arte sacro el que nos sorprende. Es Mónica, una leonesa enamorada de un lugareño, universitarios los dos y que han fijado aquí su lugar de vida y trabajo, quien acompaña y explica. Trabaja para el Ayuntamiento. Buena señal. Los graduados en universidades encuentran actividad en pequeños pueblos. En una vieja ermita, bien reconstruida, se encuentran vestigios de religiosidad popular de antepasados: imágenes, vestiduras de iglesia, ornamentos, pendones, cálices, custodias. No es el valor en sí. Es un pueblo que sabe conservar, ordenar, exponer, valorar signos y huellas de su pasado y que permiten a los visitantes culturizarse y entroncarse con realidades pasadas. El visitante admira una comunidad que honra su pasado y lo transmite a otras generaciones. Y si además, como en este caso, se nota concordia y colaboración entre instituciones diversas mejor aún. Pueblos así no terminan. A la puerta nos recibe o despide el siguiente mensaje: En homenaje a los hombres y mujeres de esta tierra, que supieron, cansados del trabajo, poner una piedra por almohada y exclamar: aquí también estaba Dios. En el escenario que brinda la ermita de San Roque, reliquias, tallas de santos, ornamentos, oro y plata… Tantos años olvidados, recuperan su importancia, acercándonos la historia y nuestro legado cultural. La docenas de museos como los de Moralina o Villadepera que hay en nuestra provincia, bien merecen una publicación conjunta, estar en las guías turísticas, apoyos para su conservación. Esta es nuestra grandeza, identidad y atractivo en una sociedad necesitada de conocer y disfrutar mansos paisajes como los nuestros y entornos culturales como los de nuestros viejos pueblos y además andando pocos kilómetros y recibiendo una educada atención y hospitalidad.