Viendo lo que han dicho Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo, los inefables líderes de los sindicatos UGT y CCOO, da toda la impresión de que tratan desesperadamente de evitar lo que en el fondo están temiendo sin poderlo apenas ocultar: el miedo al fracaso de la huelga general que han convocado, tarde y mal, contra la política laboral del Gobierno de Zapatero, uno de los suyos. Dicen los jefes sindicales que va a ser un huelgón, pero eso no pasa de ser puro voluntarismo que en el fondo no se creen ni ellos dado el ambiente que se respira en torno a tan inoportuna convocatoria.

En los sindicatos y los sindicalistas, tan desprestigiados como la clase política, cada vez cree menos gente y si tuvieran que vivir de las cuotas de sus afiliados y no del dinero que reciben del Estado, como sucede, serían muy distintas las cosas. Y las reacciones que en torno a la huelga del 29 van llegando en cascada ininterrumpida no parecen nada favorables a la protesta sino todo lo contrario. Las primeras encuestas que ya se conocieron al respecto prevén que alrededor de un setenta por ciento de los trabajadores no piensa sumarse al paro general. La gran mayoría considera inadecuada la convocatoria, cuando menos, y afirman que con la crisis que se padece no es momento de huelgas que no resuelven el problema y que sólo sirven para agravar la situación que vive el país. En cualquier caso, el rotundo fracaso de la huelga de funcionarios, los que han sentido en sus bolsillos más directamente los ajustes, ya es un síntoma.

Muchas organizaciones profesionales de trabajadores auguran también un escaso seguimiento a la huelga general, de la que los sindicatos ya han empezado a hacer propaganda por cualquier medio. Los del campo de Asaja, aseguran que están en plena faena y que no pararán; la CSIF el poderoso sindicato independiente de funcionarios anuncia que no apoyarán la huelga; la confederación de centros de enseñanza, la CECE, lo mismo; igual que los médicos, con la CESM y sus 40.000 afiliados que no secundarán el paro. Y en el mismo sentido se han pronunciado ya otras asociaciones de diversos sectores como la construcción y el transporte que pronostican igualmente un escaso seguimiento. El sentimiento general más fácilmente detectable es que no está el horno para esta clase de bollos.

Los calificativos de inadecuada e inoportuna son, obviamente, los más utilizados al referirse a la convocatoria del día 29, que será la quinta huelga general del país y la cuarta que se convoca a un Gobierno socialista. En esta ocasión nadie ve claras las razones de este paro de ahora que puede perjudicar a la vulnerable economía española, a las empresas y por tanto a los mismos trabajadores. Así que a UGT y CCOO no les queda otra que insistir en que va a ser un éxito y que el movimiento masivo obligará al Gobierno a rectificar su política laboral. Según ellos, todo el espectro sindical está movilizado. Sí, pero eso: el espectro sindical, sus miles de liberados. Porque fuera de ese ámbito el ambiente parece bastante distinto. Al final ni irán a la huelga tantos como quieren creer los convocantes ni tan pocos como se vaticina. Unos lo considerarán un éxito y otros un fracaso. Pero tampoco servirá para nada.