Si los de ETA fuesen mínimamente inteligentes sabrían bien que se puede engañar una vez, dos veces, pero que no se puede engañar eternamente. Con sus falsas treguas engañaron antes a todos, a González, a Aznar y a Zapatero. Y a la sociedad española, muy especialmente en la última ocasión cuando se pensó mayoritariamente que el fin de la banda terrorista podría llegar a través del dialogo y la negociación como había ocurrido en Irlanda con el IRA, una esperanza sostenida contra el viento y la marea de la oposición pero que los etarras rompieron con la furgoneta-bomba de Barajas.

Ahora, ya no engañan a nadie y la maniobra resulta demasiado burda y descarada. Se veía llegar, además, tras el paripé de la izquierda abertzale pidiendo el alto el fuego. Pero incluso a ellos les ha parecido insuficiente el comunicado de ETA, un comunicado que no tendrá más respuesta oficial que el desprecio del Estado y la lucha sin tregua de las fuerzas del orden contra los terroristas. Como ha dicho Rubalcaba, la banda, debilitada y medio desmantelada tras las últimas actuaciones policiales, busca parar pero sólo para reorganizarse, que es lo que ocurrió en ocasiones precedentes.

Y busca también que sus fuerzas afines, esas que se disfrazan de democráticas en cuanto se aproximan las elecciones, puedan ir tomando posiciones para entrar en liza. Pero ahí pinchan en hueso también, porque la ley es la ley y no se va a modificar. El pacto que en el País Vasco mantienen PSOE y PP permite, a la par, contemplar el panorama desde un punto de vista nada convencional ni acomodaticio como venía ocurriendo anteriormente con la calculada ambigüedad del PNV. Lo que han conseguido los etarras en esta ocasión es que todos los partidos hayan coincidido de forma unánime en denunciar el fraude que encierra la nueva maniobra de la organización terrorista y en apoyar al Gobierno en el firme mantenimiento de la lucha antiterrorista, persiguiendo, deteniendo y enviando a la cárcel a los etarras. Aunque como ya es habitual no falte el inefable Mayor Oreja reiterando ocultas negociaciones previas del Ejecutivo con la banda, algo de lo que ya ni siquiera hacen caso y se desmarcan sus propios compañeros del PP que entienden, acertadamente, que al veterano político vasco ya se le pasó su tiempo.

Tanto desde el Gobierno como desde la oposición popular, como desde los partidos nacionalistas, se tienen ahora, por suerte, muy claras las cosas. A ETA sólo le queda rendirse y entregar las armas bajo una supervisión internacional. Porque las tretas de las treguas ya no les va a servir para nada. El único camino que tienen está señalizado muy claro. Desde su entorno más o menos cercano se insiste en que el alto el fuego tiene un carácter indefinido y que es el primer paso hacia una tregua verificable. Se equivocan, como se ha replicado por parte de todos los partidos del arco democrático, pues ya no es tiempo de treguas oportunistas, taimadas y falsas que la sociedad española sabe bien cómo han terminado. Ni se olvidan tampoco los 829 asesinados por el feroz terrorismo etarra. Rendición y entrega de armas. Sólo eso. Y en eso, no en otra cosa, es en lo único que cabe confiar.