No es la primera vez que escribo de y sobre Jaume Sanllorente, periodista catalán, fundador de la Ong «Sonrisas de Bombay». No es la primera vez que hablo de su experiencia y confieso sentirme cautivada por su sonrisa. Una sonrisa limpia, amplia, alegre, hermosa. Nunca le agradeceré bastante a mi querido amigo José Luis González, que conoce sobradamente mis gustos y aficiones, el regalo de ese libro en particular al que han seguido otros. Sé, por José Luis, a través de una carta de Jaume, que merced a Internet, Jaume me dedica su sonrisa desde el otro lado del mundo, vamos, que está al corriente de lo que «zamoreo» cada día. Por eso me he propuesto dedicarle yo también mi sonrisa, que no es tan hermosa como la suya, de vez en cuando. No sé si la periodicidad será mensual o trimestral. Sólo quiero que Jaume vea que no le olvido, que tengo presente su gesta diaria, su trabajo en Bombay, entre los parias, luchando pacíficamente contra la pobreza. Si hubiera muchos Jaumes en el mundo, apueste lo que quiera a que la pobreza se erradicaría y con ella las desigualdades e injusticias.

No sé qué estarás haciendo hoy, Jaume. Te imagino rodeado de niños, niños intocables, niños que tú has retirado de las calles de Bombay dándoles techo, alimentos, afectos, educación y esperanza, en definitiva niños y niñas a los que estás enseñando a ser libres, a vivir en libertad y con esperanza en la vida. Nunca se da tanto como cuando se dan esperanzas y tú las das todos los días a manos llenas desde tu infinito amor por esas personitas que son la esperanza del mundo. Pocos saben, Jaume, que el amor nace y crece cobijado por la esperanza.

Miro y remiro mil veces la portada de «Sonrisas…» y te veo abrazando con infinita ternura, sin perder tu mejor seña de identidad: la sonrisa, a esa criatura que gracias a tus desvelos puede también sonreír. Su sonrisa es como la tuya, limpia y hermosa. Sólo quiero que pienses una cosa, Jaume, aun a pesar de la distancia que nos separa, tú en Bombay, yo en Zamora, estoy de alguna manera contigo. Hablo de ti a quien quiere escucharme, como si te conociera de toda la vida. Y les cuento en qué consiste tu trabajo y lo que has sido capaz de hacer. Tú, Jaume querido, sí que fuiste capaz de dejarlo todo para seguirle. Tienes el espíritu de Javier, aquel santo misionero inconmensurable, aquel infatigable viajero que también un día tropezó con Asia dejando en ella su imborrable huella.

Entre José Luis y yo hemos formado una especie de algo más que tu «club de fans» en Zamora. Entre José Luis y yo abrigamos la esperanza de viajar a Bombay, a tu Bombay, para echarte las dos manos, y si hay que quedarse, quedarnos, y hacer lo que los demás no quieran. Decía Séneca que «los deseos de nuestra vida forman una cadena cuyos eslabones son las esperanzas». Nosotros mantenemos ese eslabón fuertemente unido a nuestro deseo de verte, de acompañarte, de sentirte cerca, de trabajar a tu lado, de aprender a sonreír como tú sonríes. Hoy, Jaume, «zamoreo» sólo para ti. Desde Zamora, con amor, con infinito amor.