La Junta de Castilla y León que tantos años lleva gobernando la comunidad -y los que te rondaré, morena- sin hacerlo del todo bien pero sin hacerlo mal, lo que sitúa a la región, generalmente, en un digno puesto medio dentro del ranking de las autonomías, mantiene sin embargo dos problemas pendientes que no parece capaz de resolver pese a sus promesas e intentos y que además se agudizan: uno es la desigualdad socioeconómica que arrastra el territorio y otro la despoblación que sufre. Nada nuevo y que no se haya comentando muchas veces, desde luego, pero que viene a refrendarse ahora con un nuevo dato: Castilla y León es la comunidad que más trabajadores exporta.

No es cuestión de ponerse en este momento a comprobar las cifras y porcentajes de otras exportaciones, pero el caso es que casi uno de cada dos castellano-leoneses está desperdigado por la geografía española, con un puesto de trabajo en otras regiones. Nada menos que el 46,9 por ciento de los nacidos en la región tiene su empleo fuera. Muchos se habrán ido porque han querido pero otros muchos más, sin duda, se han tenido que ir en busca de más y mejores oportunidades. Esa parece la realidad, que cobra toda su dimensión cuando se sabe que es el porcentaje más elevado de España, muy por encima de la media nacional que se halla en un 20,8 por ciento. La otra Castilla, Castilla-La Mancha, y Extremadura siguen a Castilla y León aunque con índices más bajos.

En cuanto a su distribución tampoco aparecen novedades, pues en Madrid hay trabajando casi medio millón de nacidos en la región, y en el País Vasco y en Cataluña andan entre los 150.000 y los 200.000, lo que supone que la emigración exterior se dirige, lógicamente, a las zonas más industrializadas, aunque en otras tradicionalmente desfavorecidas en este sentido y viveros también de la emigración, como Andalucía y Galicia, existan notables representaciones de trabajadores de la tierra. Y que no se piense que esta situación puede haberse originado en la tendencia a la movilidad laboral, pues su incidencia en España apenas si llega al 20 por ciento. Las causas son las que al menos en Castilla y León todos sabemos, las mismas que originaron las migraciones masivas de antaño a América o a países europeos y las mismas, en definitiva, que siguen originado la sangría constante de la despoblación.

Que de las nueve provincias de la comunidad, cinco se encuentren entre las diez con menor densidad de población, ya es. La más despoblada, como se sabe, es Soria, con nueve habitantes por kilometro cuadrado, seguida de Zamora con 18, y después Ávila, Palencia y Segovia. La media de la región, que es de 26,5, no puede resultar más pobre cuando la media de España está en 91,4. Claro que siempre se puede decir que mejor se vive en Soria que en Madrid, con sus 764 habitantes por kilómetro cuadrado y para muchos seguramente que sea verdad. O en Zamora, sí. Calidad de vida, que se suele llamar. Pero parece evidente que cuando coinciden tales datos estadísticos sociales y económicos es que algo falla, sigue fallando, en Castilla y León.