La ciudad de Zamora celebra el tercer centenario de la muerte de este célebre maestro y compositor de música polifónica del final del barroco, Maestro de Capilla de su Catedral durante cuarenta y dos años. Pero donde comenzó su andadura fue en La Colegiata de Toro, dejando grato recuerdo de su buen hacer.

Nacido en 1639 en Tuesta (Álava), en 1659 se encontraba en la Catedral de Burgos como mozo de coro. En 1661 se presenta a las oposiciones de Maestro de Capilla de La Colegiata toresana, convirtiéndose en su primer destino a los veintidós años. Poco tiempo estuvo en la ciudad, entre noviembre de 1661 y mayo de 1663 en que se le nombra para este puesto en la Catedral del Burgo de Osma. En 1668 obtiene la misma plaza en la Catedral de Zamora, estando en ella hasta su muerte en julio de 1710.

La capilla musical de una catedral o colegiata se componía de los cantores del coro (niños y mozos) e instrumentistas. Cuando el maestro Salazar estaba en Toro este segundo grupo estaba compuesto por doce músicos con diversos instrumentos.

A pesar del escaso tiempo que ocupó ese empleo en La Colegiata, es muy probable que siguiera en contacto con el cabildo y que volviera a ella en alguna ocasión, dada la cercanía y su larga permanencia en Zamora. Como prueba de ello tenemos que en su testamento no la olvida; fechado en 1708, le deja algunas piezas musicales compuestas por él como un oficio de difuntos, una salve a ocho y unos motetes. De estos últimos compuso un número muy elevado para diversas celebraciones litúrgicas y festividades. Sus obras, en su mayor parte religiosas, se siguieron interpretando en la Catedral zamorana y en otros lugares durante mucho tiempo, conservándose algunas piezas en las catedrales de Zamora, Burgos, Vitoria y Burgo de Osma.