Este periódico ha anunciado la restauración del castillo de Villalonso, ofreciendo en la portada una foto de la fortaleza que se alza airosa en su pesantez de sillería pétrea. Un día se me ocurrió decir que era el castillo más fotogénico de España. Me había sorprendido, por supuesto gratamente, una fotografía de gran formato en el despacho del agregado de información de la Embajada de España en Lisboa. «Un castillo de España», me informó el diplomático. «Es el castillo de mi pueblo -le contesté-, el más fotogénico de España». Y me permití aconsejarle que lo mostrara a sus visitantes lusos como el refugio del conde Marialba y otros defensores de doña Juana «la Beltraneja» después de la batalla de Toro. Me imagino que aquella fotografía desaparecería cuando el edificio fue incendiado por los revolucionarios de los Claveles, con bullicioso regocijo callejero de entusiastas «progres» de bufanda y zapatones.

Se ha escrito que al castillo de Villalonso se acogieron algunos de los comuneros vencidos por las tropas imperiales en la campa de Villalar. Con su tenaz defensa de Toro frente a los combatientes por la Reina Católica, doña María Sarmiento consiguió para su casa el castillo de Villalonso. El cervantista Astrana Marín incluye a la indomable guerrillera en una trilogía de varonas más famosas de la aquella recia época; las otras dos son doña Isabel de Castilla: «brava hembra, no lleva braga, lleva faldeta», dijo de ella un campesino al verla galopar; y la gentil y pudorosa heroína de Toro Antona García. De doña María Sarmiento escribe Astrana: «brava mujer del gallina Juan de Ulloa, el vendido de Valdega/ gallina, del que se cantaba: Juan de Ulloa el Trasquilado/ vete al Val de la gallina/ verás cómo pica el cardo». Del artículo de Astrana Marín, que bien pudo ser «balada de las tres varonas», se infiere que doña María Sarmiento puso a buen recaudo el honor y el patrimonio de la familia.

En su excelente reportaje del castillo, M. Barrio recuerda que a mediados del XVII, «el condado de Villalonso se vio postergado al tercer lugar de los títulos ostentados por su titular». El apunte me ha traído a la memoria unas noticias que da Antonio de León Pinelo en sus «Anales de Madrid» y que recuerdan días de gloria del condado que nos ocupa. Cuenta que en enero de 1609 «por el casamiento del conde de Villalonso hubo máscara en que entraron el duque de Osuna, el adelantado mayor de Castilla.., y hasta cuarenta caballeros. Después hubo toros y cañas a los que asistieron los Reyes». Menuda boda, habría titulado esta noticia en su revistilla nuestro paisano y compañero don Emilio Matos. Informa de León Pinelo: «Por febrero a 28, se desposó en Palacio el conde Villalonso con doña María de Ulloa». Pondera Pinelo que los novios fueron acompañados por lo mejor de la Corte y desposados por el cardenal de Toledo; que al siguiente domingo el novio se veló en la Capilla Real siendo padrinos los Reyes; que se corrieron cañas y toros a los que no quiso asistir la Reina «por estar muy preñada». Años más tarde, la condesa de Villalonso se figura entre los selectos invitados a la fiesta real que dio Felipe IV para festejar el acuerdo de casamiento del Príncipe de Gales con la infanta María, hermana muy querida del Rey. A eso, a buscar novia, vino a España el futuro rey de Inglaterra, según poetizó el muy cortesano Lope de Vega. «Al cielo de España voy/ por ver mi estrella María». El novelesco episodio no alcanzó el buen fin previsto; peor lo tuvo el novio arrepentido pues siendo Carlos I, moriría degollado. Volviendo a lo nuestro, recordaremos que el cronista madrileño cuenta que al llegar los Reyes a la Casa de Panadería para presidir la fiesta, fueron recibidos en las escaleras por las condesas de Monterrey, de Nieva y de Villalonso... La Reina, anota el puntilloso cronista, «entró en silla por estar preñada», diríase que la preñez era el estado normal de las reinas.