Don Venancio, para aquellos que le conocimos y en este caso nos sentamos junto a él en las reuniones de la Corporación Municipal hasta terminar su mandato como concejal, constituye una personalidad destacada por su postura y colaboración constante como creyente, su personalidad en el campo de la abogacía y su complemento en el mundo de la política a nivel local, marcando con gran claridad su estilo y su conducta como ciudadano. Su personalidad física iba acorde con su personalidad intelectual y cívica.

Nació nuestro personaje en Alcalá de Henares el día 22 de octubre de 1912 y falleció en nuestra ciudad el 23 de enero de 1992. Se licenció en Derecho. Durante su juventud fue un promotor y fiel defensor de la labor y apostolado de la Acción Católica y esta postura, estilo y responsabilidades constituyeron el programa de su vida social, proyectando sobre su entorno esta postura y marcando seria y fielmente sus claras posturas de hombre de fe.

Vinculado a la política del Movimiento, fue concejal del Ayuntamiento de Zamora por el Tercio Familiar. Sucedió como alcalde a don Gerardo Pastor Olmedo manteniéndose en el cargo hasta su dimisión al resistirse a los manejos de la política municipal desde el despacho del Gobierno Civil, a la sazón entonces controlado por Manuel Hernández Sánchez, contestándole a éste, según frase lapidaria: «que el Ayuntamiento no es la escupidera municipal», marchando al Ayuntamiento y dimitiendo como alcalde, siguiendo como concejal hasta el final de su mandato.

Larga sería la relación de episodios durante el tiempo que coincidimos en la Corporación, como concejales, destacando como curiosidad el pleno de la Corporación en el que como orden del día iba el nombre de la calle Cañaveral, anécdota que ya contamos, y que en la década del setenta constituye un ejemplo de los entresijos que acompañan a la política como el arte de alcanzar poder y sucedáneos, cuando el sujeto o los sujetos no dan para más.

Su personalidad muy destacada, con la sencillez propia de quien está seguro de su postura y de sus decisiones, ha quedado marcada en múltiples decisiones y ejemplos que escritos están, tanto en las actas municipales, como en sus actuaciones como abogado en ejercicio.

Don Francisco Romero, Magistral que fue de la Santa Iglesia Catedral, dejó su retrato en un librito de sonetos que dedicó a personalidades de su tiempo y entre ellos a don Venancio Hernández Claumarchirant: «Naciste junto a un muro vaticano/ bajo un dosel papal blanco-amarillo/ y en tu niñez junto a un Belén sencillo/ desgranaste tus preces de cristiano/. Te condujo la iglesia por la mano/ por caminos seguros y en tu hatillo/ van dando a tu verbo luz y brillo/ Balmes, Donoso, Mella y Justiniano/. En el foro, en la escuela, en la tribuna/ sembraste tu doctrina, como una fértil semilla, santa y apostólica./ Pero es tu mayor gloria en esta hora/ haber sabido ser en tu Zamora/ gonfaloniero de la Acción Católica».

Este soneto del Magistral Romero describe con claridad, desde el fondo, el camino que seguiría don Venancio a lo largo de toda su vida con un ejemplo que rompía prejuicios y dejaba marcadas sendas que invitaban a seguirlas. La frescura y la ligereza de la pluma del magistral dejó clara y destacada su personalidad e este inspirado retrato a pluma.