Es conocido en su época como uno de los cerrajeros y herrero más sobresalientes, destacando por la categoría y singularidad de sus obras. Nace en Carbajales de Alba en 1833, un año de hondo significado en nuestra historia que va a marcar toda la segunda mitad de ese siglo e incluso todo el siguiente en gran parte.

Con apenas veinte años, se viene a Zamora y montó su taller frente a la Puerta de las Ollas, en la calle de San Julián.

La desaparecida Puerta de las Ollas situada aguas arriba del Puente de Piedra, y como nos consta en los recintos medievales, junto a cada puerta dentro del recinto una iglesia permitía la despedida del que marchaba y el saludo del que llegaba. Junto a esta puerta se encontraba la iglesia de San Julián que daba nombre a la calle donde nuestro hombre instaló su taller. Todavía en las casas situadas entre la calle Baños y la Manteca, se conservan algunos restos de la desaparecida iglesia.

Dotado de rara habilidad para las cosas de la cerrajería, en las diferentes clases, que sus manos eran dóciles al pensamiento y con gran afición a la mecánica que comenzaba a despertar. Con gran afición a su trabajo y una entrega total, se convierte en un verdadero artista en ese difícil y trabajoso aspecto.

Contribuyó en gran manera al progreso y desarrollo de los intereses materiales de la provincia actualizando en gran manera toda el utillaje que en el campo se venía utilizando desde la Baja Edad Media. Pero no sólo afectó en este caso a la agricultura, sino que llegó hasta la industria rudimentaria que se manejaba. Él construyó esas ruedas hidráulicas que un a mediados del pasado siglo veinte seguían moviendo molinos y aceñas de Sayago y Aliste, aventadoras, ventiladores, cedazos para las aceñas, bombas y norias de distintos sistemas para riegos y una verdadera multitud de aparatos y máquinas que conquistaron los mercados y el favor del cúbico por su acabado y sus precios, Ignacio fue un precursor y una avanzadilla hacia los modernos procedimientos que comenzaban a imponerse en todos los mercados.

En premio a tan señalados servicios, a propuesta de la Dirección General de Agricultura, Industria y Comercio fue honrado con el titulo de Caballero de la orden de Isabel la Católica y a su nombre el ayuntamiento de la capital acordó perpetrar su memoria dando el nombre de Ignacio Gazapo a la calle donde tuvo establecido su afamado taller este honrado artesano, modelo de laboriosidad.

Ignacio Gazapo Sardá y Luis Chaves Arias forman una pareja que constituyen dos fuerzas que arrastran a la sociedad de su tiempo a una verdadera revolución social, nada difícil de entender cuando los situamos en su tiempo.