Hoy, a eso de las 14.30 horas, en el Sancho 2, autoridades, compañeros y multitud de amigos, despiden en un almuerzo de homenaje al coronel Justo Chamorro Sánchez. Se va tras su reciente ascenso. La Comandancia de Cantabria es su nuevo destino. Después de casi tres años, Zamora pierde y Santander, la novia del mar, gana a un oficial y caballero que ha sido capaz de dejar huella no sólo en la Comandancia de Zamora, también entre los ciudadanos, las instituciones y los amigos. Ese es su mayor activo. Dice la estrofa de una vieja copla: «el vacío que deja el amigo que se va no lo puede llenar la llegada de otro amigo». Así es en el caso del coronel Chamorro. Así es en el caso de Justo, el ser humano, el hombre que hace honor a su nombre albergando un alto sentido de la justicia, honrando a la amistad y el compañerismo. Sostenía Fray Antonio de Guevara, cronista de Carlos I y autor de “El libro áureo del emperador Marco Aurelio”, lo siguiente: «Lo que al caballero le hace ser caballero es ser medido en el hablar, largo en el dar, sobrio en el comer, honesto en el vivir, tierno en el perdonar y animoso en el pelear». Y tengo para mí que esa descripción detalla al dedillo al caballero Justo Chamorro.

Nunca como hasta la llegada de este salmantino a Zamora, la Guardia Civil, institución consagrada como ninguna otra al servicio de los ciudadanos, se había mostrado tan abierta, tan cercana y tan nuestra. Estimo que la competencia profesional, las grandes cualidades humanas, la sencillez, la tolerancia, el orgullo de pertenencia a una familia, la que forma con Montse, su esposa, y sus hijos, junto a la otra más numerosa de los hombres y mujeres de la Benemérita, han tenido mucho que ver para que su fructífera etapa en Zamora haya estado rodeada de brillantez castrense y humana y de cercanía a los ciudadanos.

Justo Chamorro, “buena gente” donde los haya, es un Guardia Civil de casta y de casta le viene. No en vano, este hombre que ha recorrido medio mundo vistiendo con honra su uniforme, orgulloso de la institución a la que pertenece, apuntalando democracias incipientes, tiene el mejor referente en su propio padre, un veterano Guardia Civil de Salamanca, hombre de convicciones firmes y extraordinaria trayectoria humanitaria, de la que su hijo es digno sucesor.

La columna de hoy se me queda pequeña para poder decir todo lo que de Justo Chamorro se me queda en el tintero de los afectos, del reconocimiento, de la gratitud. Perdemos al mando pero no al amigo. Aunque, debo confesar que también, hoy, a mí, algo se me muere en el alma por este amigo que se me va. En Cantabria, en Israel, en Mozambique, en El Salvador, allá donde su destino le lleve, ¡hasta siempre, mi coronel!