En Benavente, hasta el rabo todo es toro. Contemplar cada año por La Veguilla la Plaza Mayor repleta de gente, reclamando a la autoridad que conceda el astado de la fiesta grande, es un espectáculo asombroso sin parangón en el resto de la provincia. Y que la extensa mayoría de los que se congregan en el ágora benaventano sean jóvenes confirma que el Enmaromado tiene cuerda para rato. El alcalde, Saturnino Mañanes, es benaventano de natural tranquilo y taurófilo (si es que se puede ser cosa contraria sin correr el riesgo de que te tiren al Esla) que cuando llega el día de la petición del toro se despendola, de tal manera que Tunino se convierte en Tunazo. Aunque la crisis económica nos tiene a todos con la soga al cuello, a la hora de la fiesta a Benavente no le coge el toro de la recesión. Si bien con tanta botella de plástico y de contenido etílico en la Plaza Mayor habrá que pensar en cambiar el toro del aguardiante por el del calimocho.