La etimología hebrea nos enseña que del hebreo "rehem" o cordón umbilical se deriva "rahamah", que es la ternura, el cariño. Cordón umbilical y ternura que ya son inseparables y son el vínculo que une la madre al niño. Por eso con intención y con violencia se corta el cordón umbilical, se corta también la corriente de ternura propia de la mujer. Mujer que aboga por el aborto, pierde ternura y cariño, y gana aspereza y aversión. Del corazón de Dios ha brotado un universo. Los dos, inseparablemente unidos por un raudal infinito de ternura y de cariño. Desde las inmensas galaxias hasta la motita de polvo, desde el grandullón dinosaurio hasta el mosquito más microscópico, desde el hombre más inteligente hasta el más incapacitado, todo el universo está inundado del cariño y ternura de Dios, que esto y no otra cosa es lo que queremos significar con la palabra misericordia. Con la palabra "rahamah" están vinculadas las palabras "esed" y "emet". La primera significa el afecto que une a los amigos, a los consanguíneos; la segunda, la fidelidad que se tienen.

Las palabras no son inútiles. En todas ellas bulle un afán, un deseo de mantener entre Dios y el universo, en especial entre Dios y el hombre una relación de familiaridad, de afecto y de cariño. Imposible que Dios deje de amar la obra de sus manos. Imposible que Dios deje de amar el universo, deje de tener un particular y peculiar afecto al hombre. Hoy precisamente celebramos y cantamos las misericordias del Señor, su fidelidad por todas las edades. Todo lo puso Dios a nuestro servicio y bajo nuestro dominio. Por consiguiente cada paso que da el hombre en la conquista del espacio o cuanto el saber humano descubre o inventa en beneficio del hombre es bendecido por Dios.

Esto suena muy bien y sonaría muy bonito, si no nos diéramos de bruces con media humanidad tirada en la cuneta y muerta de hambre por el abuso de quienes controlan los graneros de la humanidad. Sonaría muy bonito si no nos diéramos de bruces con campos sembrados de minas, con el negocio de quienes venden armas y con el uso que de ellas hacen quienes las compran. Todo sonaría muy bonito, si el hombre no cortara el caudal de amor que brota del corazón de Dios, como la madre o el hijo pueden cortar el amor que les une. Y cuando el hombre rompe con Dios, odios y rencores, riquezas opresoras, muerte es lo que espera. Podemos extendernos y pasar el día entero hablando de calamidades, inútil y pérdida de tiempo. Porque el amor que Dios nos tiene está por encima de todo. El Cristo resucitado nos ofrece su paz y a través de sus discípulos el perdón a los pecadores. Dichosos los que creen y se acercan al sacerdote.