De pectoral, las mujeres vamos bien servidas. Perdone el lector que me incluya pero a la luz de la realidad y de la última compra de lencería no me queda otra que reconocerme parte de un estudio reciente que pone de manifiesto lo que es público y notorio sobre todo conforme el calor aprieta (cuando apriete) y empezamos a destapar lo que el invierno cubre por obvias razones. Según los datos recogidos por una prestigiosa empresa de lencería, el pecho de las mujeres ha aumentado en una talla en los últimos quince años. Lo que indica claramente que en la anatomía femenina moderna predominan, sobre todo, las curvas.

En los últimos tiempos, como si la anatomía estuviera igualmente sujeta a la moda imperante, las curvas parecían haber pasado a la historia. Se llevaba la mujer tipo tabla rasa y eso a la larga tenía que dar un giro. Hombre, tampoco podía fomentarse el pectoral tipo "Amarcord" ¿recuerda? Pero, ya puestos, recordemos los nombres de actrices como Anita Ekberg, Ursula Andress, Ava Gardner o Marilyn Monroe, la anatomía, especialmente de cintura para arriba, las ayudó a triunfar. Todas tenían curvas prominentes a la altura del pectoral que quedaban de lo más sensual cuando lucían aquellos vestidos con escotes de vértigo que dejaban bien a las claras lo dotadas que estaban de proa y de popa, cruciales en la imagen femenina. Aunque siempre ha habido lugar para las Audrey Hepburn, más bien escuálidas a la par que lisas.

Hubo un tiempo en que las pechugonas cogieron la manía de querer quitarse tallas. Craso error. Es mejor tener que desear, sólo que nunca estamos contentas con lo que la naturaleza nos regala o nos presta, dependiendo de los cuidados que nos prodiguemos. El quirófano y los cirujanos entraron en juego y lo que empezaron quitando acabaron poniendo, eso sí, de forma muy armónica, adecuado a la anatomía de la portadora, cuando el cirujano es de ley. Porque cirujanos hay que se dejan guiar por el gusto de la paciente y acaban colocando en los pectorales femeninos parte de la cordillera del Himalaya. Menos mal que lo mío es mío y ganado con mucho esfuerzo.

Según el estudio que nos ocupa, parece ser que son tres las principales razones de esta voluminosa metamorfosis: un pronunciado aumento de peso en las mujeres adultas, el obsesivo culto al cuerpo y el abuso excesivo del bisturí. Entre unas cosas y otras hemos aumentado una talla, que no es poco. Si la tendencia continúa al alza, habrá que ver, como ya nos dejara dicho Darwin, hasta dónde evoluciona la especie.