Cuando prolongaron, ensancharon, urbanizaron y semaforizaron la avenida del Cardenal Cisneros, enlazando la carretera de Salamanca con la de Galicia y con un hermoso puente sobre el Duero, de ello hace unos cuantos años, sacándose del olvido un viejo y polvoriento proyecto de la mitad del siglo XX, cuando en Zamora no existía los barrios de Pantoja ni el de Las Viñas, dejaron aquello hecho una monada.

Es decir, a dicha avenida la adornaron de adoquinadas aceras, con una fila de árboles de crecimiento rápido, una buena iluminación destinada a que no tropiecen los peatones cuando se pone el sol y le pusieron una serie de discos al lado de ambas calzadas. Esto, para ciertos entendidos, es una cifra optativa de velocidad o sea el kilometraje mínimo permitido y así a lo loco. En otro orden, se hallan varios cruces peatonales, cuyo tiempo "verde" dura un suspiro, precisamente aquellos que atraviesan tres o cuatro vías de circulación rodada. Para una persona normal es cuestión de pasar rápido o bien saltando como una cabra montés, en cambio un inválido o disminuido físico, a mitad del trayecto tiene que parar al ponerse el semáforo más rojo que una guinda. Aquí caben dos soluciones: aumentar el tiempo "verdoso" o que cada cual, antes de emprender tan temeraria aventura al filo de lo imposible, que se encomiende a San Cristóbal y pida plaza en urgencias.

En cuestión de aplicaciones tecnológicas de última generación, es de resaltar la magnífica instalación de detección y absorción del monóxido de carbono desprendido por la circulación rodada a su paso por debajo del viaducto de la calle Libertad. Da gusto admirar tan original polución renegrida adornando y recubriendo las que antaño fueron blancas barandillas, que bordean las laterales de la calzada y la parte superior de dicho puente. Allí la atmósfera debe ser purísima, para alegría del vecindario.

Referente a eso tan especial de las aceras, es un suponer, que debiera ser así como una zona segura para la integridad física del peatón; pero, tiene menos resistencia y duración que cualquier calzada asfáltica. Incomprensible problema técnico, en el que está implicado la resistencia de materiales y la erosión milenaria de los pies humanos y de alguno que otro cuadrúpedo. El peso medio de un peatón, deteriora mucho más que un camión de 30 toneladas, y la prueba está allí, en esta flamante avenida con sus onduladas aceras y un montón de adoquines hundidos o bailando, donde por un simple descuido te puedes romper la crisma.