Han leído ustedes "El Buscón", de Quevedo? Si no lo han leído aún se lo recomiendo encarecidamente, y si es posible con notas al pie, mejor aún, porque los juegos de palabras son tantos y tan frecuentes que en ese laberinto conviene adentrarse con guía, al menos la primera vez.

Se me viene estos días a la cabeza ese libro con motivo de la remodelación del gobierno que ha ideado Zapatero, quizás ya en la fase terminal de echarle la culpa a quien sea para poder seguir huyendo hacia adelante. Sólo le falta aquello de «Aznar nos dejó al borde del abismo y nosotros hemos dado un decidido paso al frente», pero todo se andará.

Dice Quevedo al final del libro que Pablos, su buscón, harto de sinsabores y desgracias, se marchó a las Américas en busca de una nueva vida. Pero concluye: «y fuéle todavía peor, pues no cambia de fortuna el que cambia de lugar, sino de vida y costumbres».

¿Creen ustedes que el cambio de caras en el gobierno de Zapatero va a suponer un cambio de costumbres?, ¿creen ustedes que va a significar una mejor administración de los recursos públicos?, ¿creen que significará un verdadero giro hacia un modelo de administración que consista en racionalizar y no en repartir?

Yo no. Yo creo que se trata de un paso adelante, uno más, en la politización del gobierno, es decir, en la sustitución de técnicos supuestamente entendidos en una materia por afiliados notorios, entiendan o no entiendan un carajo de lo que tienen que administrar.

El gobierno recién nombrado no se prepara para afrontar la crisis y sacarnos del agujero, sino para sacar partido electoral a todo lo que se haga y echar fuera las culpas de lo que no se haga. No es un gobierno para la gestión; es un gobierno para la propaganda.

Andarse con mudanzas a esta alturas del baile es ya, en sí mismo, un elemento de desestabilización que nada bueno puede traer. Andarse con cambios en medio del mayor desastre económico de los últimos cuarenta años significa que no se tiene ni idea lo que se ha estado haciendo y que se vive en la componenda y en la improvisación más que en un verdadero plan de acción.

Lean ustedes los nombres de los nuevos ministros y comprobarán, sin necesidad de más indicaciones, que no se trata de buscar una línea de consenso y unidad entre todos para salir del bache, sino de una radicalización, una más, en el encastillamiento político de un presidente que poco a poco va apartando a los moderados para incrementar el poder a la rama mesiánica de su partido.

Con cambios como este, además de "El Buscón" acabaremos teniendo al Gatopardo, aquel que decía que todo debía cambiar para que todo pudiera seguir igual.

Esa es la única revolución que nos espera: la de dar tiempo al tiempo, mientras los meses pasan y crece el paro hasta en marzo.

Las caras son lo de menos: serán caretas, y de cemento.