Exiliado o no, el pregonero suele ser profeta en su tierra. El forastero que pronuncia un pregón en tierra extraña se convierte en embajador y peregrino de una senda que tiene como destino trascender, sin más vehículo que la palabra, que le sirve de bastón de apoyo para las cosas del alma. Jaime Mayor Oreja, hombre rocoso de firmes convicciones, pregonó el martes la Semana Santa de Zamora en el foro cultural del periódico en medio de una expectación sin precedentes. Me atrevería a decir que fue el de Mayor un pregón moral, que no moralista; desnudo del florilegio al uso que adorna el parlamento de tantos pregoneros que buscan y rebuscan la piedra del adjetivo filosofal que convierta en oro guijarros gastados, sin caer en la cuenta que de la Pasión zamorana todo ya está dicho y escrito está todo. De ahí la relevancia del pregonero foráneo, capaz de transmitir la visión de un hecho común y cotidiano con ojos nuevos. Con ojos de niño.