Hay quien sólo ve la tierra como especulación y enriquecimiento. Por eso les parece un derroche que los terrenos de La Aldehuela, al lado del río, se dediquen a pasto tranquilo de vacas y burros zamoranos. ¡Tanto verde despilfarrado en dar de comer a cuatro peludos bichos, por muy de aquí que sean, o precisamente por eso, por ser de esta tierra! Su codiciosa vista llena el verde de agujeritos salpicados y pelotitas juguetonas que harán las delicias de millonarios turistas que vendrán atraídos por el palo -de golf- en lugar de la zanahoria -del campo-.

Tampoco el terreno dedicado a la experimentación y la práctica agrícola de los estudiantes del Instituto Alfonso IX les parece rentable. Hay que recuperar esos campos en los que se forman los pobres desgraciados que pretenden dedicar sus conocimientos y trabajo a ser destripaterrones esclavos de la PAC, para ampliar los hoyos, los palos, el niki de cocodrilo y el resto del equipo.

¡Fuera burros y agricultores de la tierra, que ya no estamos en el neolítico, y de eso sólo se vive, y mal, en los países del tercer mundo! Zamora tiene que entrar en la vía del progreso porque lleva años de retraso respecto a otras zonas más prósperas, donde el golf, el turismo y el ladrillo unifamiliar han disparado la balanza fiscal.

Ya está bien de los tópicos de "lo nuestro", que no acaba de funcionar. El turismo rural, por ejemplo, y lo de vender el paisaje que tenemos y la tranquilidad mortecina de nuestros pueblos hay que enterrarlo por ineficaz. Al final, sólo vienen cuatro ecologistas a rastrear el lobo o a oír la berrea de los ciervos -¡que ya son ganas!- que como están contra el consumo no dejan nada más que felicitaciones y palmaditas en los hombros por lo bien que conservamos la naturaleza antes de volver a Madrid a contaminar. Todas esas infraestructuras y esa salvaje naturaleza hay que explotarla a través del ocio de la caza, que eso sí que es un deporte que deja sus buenos dineros en cotos y cenas, y sólo a cambio de unas cuantas cabezas de animales que nos sobran, y están mejor de trofeos colgados en la casa de un potentado para su autoestima, que invadiendo las maltrechas carreteras provinciales para que nos estrellemos con el coche.

Con el turismo cultural pasa otro tanto. Corremos el riesgo de que los apasionados del arte y la cultura -que los hay, no se crean- no tengan un duro en el bolsillo porque de semejantes aficiones poco se puede sacar, y se nos llene la ciudad de mochileros que vienen andando o en bicicleta por la Vía de la Plata, y que se alojan en el campin o en el albergue de peregrinos y se comen un bocadillo en la Plaza de Viriato, con lo que las infraestructuras hosteleras en las que tanto hemos invertido quedan infrautilizadas. Para evitar el riesgo, hay que llenar la ciudad y sus monumentos de paneles explicativos, divulgativos y facilones, para que los visitantes se crean cultos por un día y paguen la entrada a los Museos, y decir que la gastronomía también es cultura, sobre todo la creativa, para que paguen lo suyo por degustar el arte del buen comer.

Así se hace desarrollo. Que no se diga que los dirigentes políticos de Zamora no están a la altura de otros. La fórmula está inventada, y si ha funcionado en otros sitios, ¿por qué aquí no va a ser rentable?

No hay que hacer caso de los que dicen que hay que creer en lo nuestro, lo que tenemos, y promocionarlo: la agricultura, el medio ambiente... ¡Hasta la educación como desarrollo! ¡Vamos, para partirse de risa! Convertir La Aldehuela, por ejemplo, en un Centro de Investigación Agroalimentario, y encima ligado a la universidad de Salamanca -que ya ha hecho su apuesta en esa provincia- en lugar de un complejo de ocio y tiempo libre, con campo de golf y de hípica, que es lo que funciona. Ni campo-campo, ni campus universitario; lo que Zamora necesita es un campo de golf, ¡o dos!

Y cuando acabemos con los burros y campos de La Aldehuela, seguiremos desarrollando la provincia, ¡Que tiemble la Sierra de la Culebra cuando se convierta en pista de esquí para el turismo de ocio de invierno, y se alegre García Calvo cuando Zamora sea por fin puerto de mar! ¡Nos vamos a forrar!