Sin conocer con minuciosidad lo que se cuece en el Ayuntamiento de la capital, ya dije en su momento que no le arrendaba la ganancia a la alcaldesa, Rosa Valdeón, y que, pensando en la persona y en su buena gestión como consejera, mejor hubiera sido que el presidente Herrera la hubiese apreciado un poco menos, lo justo como para no enviarla a la batalla de Zamora. Pero los intereses de partido mandan por encima de los afectos personales. Y aquí está. Vino, vio y venció, aunque sea alcaldesa de chiripa. Se puede decir que salió airosa del paso por las urnas, ya que rozó la difícil mayoría absoluta después de doce años de hegemonía pepera, con el lastre que eso implica. Total, que el PP se apuntó ufano la Alcaldía de Zamora en su casilla y aquí quedó doña Rosa, asimilando solita el marrón monumental que le ha caído encima, pese a que de vez en cuando la venga a ver algún consejero de Pucela y le deje una limosna en forma de promesa.

Porque, aunque fuerce la sonrisa y diga que todo se puede con ganas y trabajo, la papeleta que tiene por delante es pistonuda. Con poco más de medio año de manejo de las riendas -todavía es poco tiempo, paciencia-, lo cierto es que los asuntos tardan en entrar en vías de solución y se acumulan, los gordos y los otros, los que requieren un acuerdo con las otras minorías y los que son de gestión casi rutinaria. Y cuando parece que se ha dado con el remedio para alguno de ellos, siempre hay algo que lo frustra. Es lo que viene ocurriendo con temas como el del mercadillo o el de los socavones de la avenida de Galicia, que en verano parecían resueltos y ahí siguen, pendientes, aunque en mejor situación que otros muchos y más gruesos. La aprobación del Presupuesto 2008 es el objetivo inmediato, que, si se logra, ayudará a solventar otros problemas, es cierto. Pero ahí seguimos, a vueltas, con el plan de urbanismo y con el contrato del edificio municipal, por ejemplo. Y con el aparcamiento del Clínico o de Los Bloques. Y con la conclusión de las obras en las plazas anejas a San Torcuato. Y con la contestación a los planes de peatonalización por parte del comercio. Y con la redefinición de las obras de remodelación de la Plaza del Mercado, porque los industriales del zoco se rebelan. Y con los contenciosos de la concesión de la Ora y los aparcamientos subterráneos, de la Vinícola o de los fondos europeos usados en Valorio. Y con el motín vecinal por las inspecciones y los seguros de las fiestas de los barrios. Y con la tapia-monumento de la glorieta de la Puerta de la Feria. Y sin asomo de la casa-museo de León Felipe. Y a la espera del anunciado plan contra los baches. Y de la auditoría interna que nos diga si la economía municipal está en quiebra o solamente en ruina pasajera...

Mujer, ya sé que, puestos así, uno tras otro, los asuntillos pendientes que me vienen a la cabeza, casi invitan a salir corriendo y a olvidarse de la Alcaldía. Pero yo no me desanimaría. Para algunas cosas, creo que el camino del diálogo emprendido con las otras minorías dará pronto resultados. En los Presupuestos, por ejemplo. Y ojalá que también en el urbanismo. Ahí la responsabilidad tiene que ser compartida, para bien o para mal. Y para lo otro, para las cuestiones de gestión diaria, para las obras que no terminan o no se empiezan, para las reclamaciones vecinales y esas cosas, para tapar baches o adecentar parques y jardines, para sumar y restar sin que el interventor nos lea la cartilla... ¿no sería bueno meterles algo más de caña a los concejales con mando en plaza? Va siendo hora de resultados.