Ya no quedan futbolistas del corte de Zidane, mariscales elegantes que despliegan talento sobre el verde teatro de operaciones para habilitar caminos despejados. Ahora gobiernan el pasto musculosos trotones, matrículas de honor en educación física que responden con austeridad autómata a las órdenes del entrenador y se ganan el sueldo a carrerones y a cañonazos. Cuando se multiplicaron los mediocentros, desaparecieron los mediapuntas. Tampoco quedan líberos de toque de seda que abandonan la cueva con la elegancia de Baresi para entregar la pelota como quien ofrece un salvoconducto. Ahora los centrales son de toque de queda y sólo se acercan a la medular cuando hay que lanzar la moneda al aire. Así ocurre que los futbolistas se han convertido en jugadores de casino: sólo arriesgan cuando van perdiendo.