Se llevan los galgos de Zamora. Nos los roban de los criaderos donde se han preparado para correr y ganar en duras competiciones lejos de la tierra que les vio nacer y se preocupó porque llegaran a ser de los mejores: nobles, duros, resistentes y veloces.

No es de extrañar que las cosas sucedan tan lentamente en Zamora si, cuando ya tenemos a los más rápidos preparados para emprender la carrera, acaban yéndose a la fuerza para cubrirse de gloria fuera de esta tierra.

Mientras galgos zamoranos corren esforzadamente tras las piezas de caza en cualquier lugar, los que por aquí quedamos seguimos discutiendo si eran galgos o podencos, dejando que se escapen liebres y hasta conejos salidos de la chistera.

Por eso no sabemos si el veloz AVE y las rápidas autovías vienen lentas porque unos las diseñaron tarde, otros no las financiaron, los de más a la derecha las ralentizaron y los del centro tirando a la izquierda andan en ello. "Que si galgos o podencos?"

Ni entendemos por qué la provincia donde menos, o incluso nada, quieren invertir los empresarios de la región, sigue sin tener suelo industrial suficiente para las nulas inversiones, pero con múltiples proyectos de nombre extraño como "cylog", o de tiernas resonancias familiares como "naves-nido", incluso de acrónimos terminados en "za" como SODEZA. Si al final por unos y otros o por todos juntos, nos quedamos en discusiones sobre galgos o podencos.

Si de puentes hablamos, ahí sí que de galgos abajo o podencos entrepuentes la discusión se alarga más de diez años. Y cuando son ya los mismos perros, se cambian de collar para tardar un año más, ¡y ya van para once!, mientras el Puente de Piedra resiste a duras penas "viendo pasar el tiempo" como la Puerta de Alcalá.

Cuando el aparcamiento en la avenida de Carlos Pinilla parecía una pieza segura para el Ayuntamiento, salta la fiebre de la oposición vecinal y política para denunciar que los árboles van a caer bajo la plaga de cemento, destruyendo definitivamente el paseo invadido ya por los coches con el permiso de la grúa y la autoridad municipal, que deja aparcar en las aceras y ahogar el arbolado que ha resistido tamaña afrenta desde hace años.

Y si se trata de afrentas, la sufrida por los benaventanos desde hace años: que si ampliación o reforma, que si centro de especialidades y hospital cuando toque; y ahora sí porque hay elecciones, o más acá o más allá? Ni galgos ni podencos, y la perdiz mareada por la jauría política.

Ni con la muerte de las inocentes ovejas nos libramos de la discusión: si para la junta son perros no protegidos y sin derecho a indemnización, lobos son para los ganaderos hartos de hablar de galgos o podencos con los seguros.

En estas estamos mientras nos roban los mejores galgos o los vendemos al mejor postor para que corra en otras tierras con otro dorsal.

Cuando lleven la pieza cazada entre sus dientes o atraviesen los primeros la meta del canódromo, nadie sabrá que son de Zamora. Sus nuevos dueños los exhibirán mientras destaquen, y se desharán de ellos colgándolos de un árbol al final de la temporada de caza, a nuestros galgos que son nobles, rápidos, tímidos y fieles animales de compañía. ¿O eran podencos?