La bolsa se hunde; el cosmos se resquebraja; llega el fin del mundo. Quietos todos que igual no es nada. Tranquilos: el dúo Rajoy-Pizarro tiene la solución y nos devolverá el esplendor perdido, el nivel del Ibex-35 y hasta los beneficios con intereses dobles. Durmamos a pata suelta sin que nada ni nadie altere nuestros ronquidos.

Yo de Pizarro me lo creo todo. Si ganó cientos de millones de pelas con Endesa tras asegurar que naufragaba todo lo naufragable y que él era la única tabla de salvación, es capaz de arreglar la economía española, europea y mundial en menos tiempo del que tarda Raúl en endosarle un chicharro al Atleti de Madrid. Si ha logrado una imagen de gestor-patriota después de preferir una empresa alemana a Gas Natural, es que el tío está preparado para cualquier similitruqui financiero de esos que, pase lo que pase y te pongas como te pongas, siempre pierdes tú y gana él. Un fenómeno, macho, un fenómeno, te lo digo yo.

Estos antecedentes me sosiegan mucho. ¿Qué puede sucederle a la economía patria si don Pizarro, conquistador él, se convierte en su baranda? Nada. Es lo bueno que tiene la derecha, que quiere hacerse con el poder de lo público aunque sólo crea en lo privado. ¿Por qué será? Usted habla con un conservador-liberal, con un neocon o simplemente con un señor de derechas de toda la vida y lo primero que te dice es que hay que privatizar tal sector y tal empresa y tal función. Enseguida añade que lo público no es rentable, que no funciona, que el Estado es un desastre. Pero inmediatamente después se postula para dirigir lo público, o sea para gobernar, o para apoyar a quienes piensan como él, es decir, a los que no creen ni poco ni mucho ni nada en lo público. ¿En qué quedamos?, ¿para qué quieren mandar en el Estado si no confían en él?

- Es que lo nuestro es llegar al poder para crear las condiciones que permitan la libertad de mercado, la libertad de empresa, la libertad de todo. Para entendernos: fijamos las reglas del juego y el que más chifle, capador.

Visto así, la cosa parece lógica y asumible. Sin embargo, suele ocurrir que las presiones, la información privilegiada, el favoritismo, el sectarismo, etc, etc hacen que, en lugar de crear reglas de juego iguales para todos, se fomente, ampare y perpetúe la ley del embudo, el ganar el pan con el sudor del de enfrente. Por eso desconfío, y cada vez más, de quienes rechazan lo público pero aspiran a controlarlo, dirigirlo y manipularlo hasta el extremo del "o estás conmigo o estás contra mí". En esta tierra sabemos desde hace siglos mucho de estas cosas.

El caso es que cambian los tiempos, llegan avances tecnológicos, revoluciones cibernéticas y culturales, nuevos sectores emergentes, pero nada, lo esencial permanece inalterable: si hay crisis pierden los de siempre y si hay bonanza, ganan los mismos.

Por eso lo de la bolsa de estos días me parece una película ya vista y sabida. Cuando pase el maremoto se verá que los que tenían pasta la han mantenido o aumentado y los piernas que andaban por allí a ver qué pasaba, y que se fiaron de consejos y señuelos, han palmado y siguen con los bolsillos vacíos. Eso sí, los "pizarros" de turno saldrán indemnes de la batalla. Es lo bueno de tirar con pólvora del rey.

Claro que, quizás, la disyuntiva básica resida en eso de "O la bolsa o la vida". Créanme: si tienen que optar, escojan lo segundo. La vida está muy por encima de la bolsa, aunque a veces nos parezca lo contrario. Nos preocupamos por la bolsa y nos olvidamos de la vida. No merece la pena.