Días pasados se han cumplido los veinticinco años de la entrega por la Corporación en nombre de la ciudad una bandera al Regimiento Toledo número 35, al cumplir los 78 años de su llegada a la ciudad para formar parte de la guarnición de esta. Ni el más perspicaz podría pensar que aquella entrega guardaba entre los pliegues de la bandera sabores de despedida. A nadie se le hubiera ocurrido pensar que el Profetizado abandonaría un día su ciudad, la ciudad fronteriza durante ocho siglos, la que quedaría más tarde como capitanía general de Castilla la Vieja hasta 1833 la ciudad que dio a luz en su Castillo a la Academia de Ingenieros Militares y allá abajo en el valle, junto al Duero, por razones obvias, la Academia de Caballería con su Cuartel, sobre cuyo solar se levanta el Colegio Jacinto Benavente. Una ciudad con espíritu castrense, en la que la milicia fue siempre compañera de la otra milicia que no llevaba más armas que un símbolo que a la vez haría de bordón en su constante caminar. El cuartel Nuevo, como se le conocía, el Cuartel Viriato, quedó vacío y pasó a ser el Campus, al que le negamos el nombre del guerrero, aunque guerra es la lucha constante con la ciencia y el saber. Nombres hay en los más altos niveles que esperan su reconocimiento, como es el caso de don Francisco Morán Samaniego, el padre de la meteorología moderna, como se le bautizó fuera de nuestras fronteras, un auténtico pionero en el estudio de la Física del aire estableciendo sus leyes que siguen rigiendo esos estudios con su nombre. Curioso fenómeno, dos cuarteles convertidos en centros docentes, sabios y acertados cambios, todo lo demás ya es cosa nuestra, sobre su aprovechamiento y aplicación. Se cumplen los 103 años de la llegada del Regimiento Toledo número 35 a nuestra ciudad. A ese capítulo de nuestra historia ya solo le podemos dedicar este recuerdo. Pero pendiente queda la historia completa de esos tres cuartos de siglo largos en que formó parte activa de la vida de la ciudad. Pero las nuevas tácticas y estrategias exigen otros planes y otras distribuciones o concentraciones.

Su recuerdo ha quedado plasmado en esa calle dedicada y allá en la dehesa de las Chanas quedará el recuerdo vivo como Campo de Maniobras y de Tiro durante todo ese periodo.

Todavía nos queda un símbolo del Profetizado, "El Polvorín", en lo que entonces era campo, hoy ciudad, yace tristemente como monumento por sus características, símbolo de una época y de unos criterios. Restaurarlo de manera adecuada y convertirlo en todo un símbolo con su aprovechamiento adecuado, constituiría una buena aportación al recuerdo y a ese centenario de la presencia del Regimiento Toledo en la ciudad.

Si salvamos un molino, una cabaña o una zuda, por qué no hemos de restaurar esa pieza arquitectónica de tipo militar y que la vecindad la vea, la disfrute y se autorice para su conservación y cuidado y sobre esos nobles muros con más de un siglo, el recuerdo debe ser una obligación moral de todo ciudadano que ama y respeta a su tierra y a lo suyo, aunque muchas veces nos cueste.

En el gran teatro del Mundo, hay y cabe todo, desde lo cómico a lo trágico, desde la comedia rosa a la picaresca más aguda y tenaz, pero todos estamos y formamos parte de ese gran teatro y somos actores muchas veces aun sin darnos cuenta.

El recuerdo de este Centenario no debe pasar de vacío. Hay cosas pendientes, esta puede ser una de ellas.