Bueno, pues ya estamos todos. Al final, el rutilante y todopoderoso presidente del PP zamorano, Martínez Maíllo, ha influido casi tanto como yo (o sea, nada) en la composición de las listas definitivas de candidatos al Congreso y al Senado. Si tenemos en cuenta que el número uno a la Cámara Baja, Antonio Vázquez, nunca fue de la cuerda de la Dirección, y el número dos es el cunero Gustavo de Arístegui, impuesto desde la sede de Génova, es evidente que ahí no tocó bola. Y en lo que atañe al Senado, todo el mundo sabe que el jefe García Carnero -que sería el más afín al tinglado de Víctor Gallego- no necesitaba de nadie de aquí para asegurarse la plaza, porque él solito se basta y se sobra; que el alcalde toresano Jesús Sedano le cayó un buen día en gracia al presidente regional del partido y tiene en él a su mejor padrino, pese al susto electoral que le dio en mayo pasado; y que Elvira Velasco ha estado en la cuerda floja hasta los minutos de descuento, por su falta de sintonía con los dirigentes del cotarro provincial salidos del último congreso, según se dice, aunque a mí la ya ex diputada lleva más de tres años contándome lo bueno que es y lo bien que lo hace don Fernando, tanto en la Diputación como en el partido. Total: que M.M. sólo habría tenido algo que ver en la designación de Paula Ranilla como tercera al Congreso, un suponer, con ayuda de la caprichosa ley de paridad de sexos y la aquiescencia de la vieja guardia, encantada con la inclusión de la puericultora y amiga de los desheredados del tercer mundo.

Así cualquiera, presidente. Esta vez no ha habido ni puzzle ni crucigrama. Se lo han dado todo masticado y digerido. No ha sido necesario templar gaitas entre sectores de la militancia, como en otras ocasiones. Ni las Nuevas Generaciones, tan activas antaño, han tenido que movilizar influencias ni peones afines. En esta ocasión no han contado con ellas ni para hacer bulto en el banquillo.

Y no es que yo hubiera pensado en nombres concretos de chavalas y chavales de la cantera popular, que es nutrida y de ella han salido el propio M.M. o Alberto Castro, flamante delegado de la Junta. Pero es que, salvo en el caso del valor importado e impuesto por Madrid, De Arístegui, el resto de las caras ya son más que de la familia. No es que sean jóvenes promesas, vamos. Y tampoco se trata de que el PP no tenga dónde elegir: quintuplica al PSOE zamorano en número de afiliados y cuenta entre los cientos de simpatizantes con profesionales y currantes de mucho prestigio. Ocurre que aquí el que la agarra no la suelta ni a tiros. Y que la política, como el fútbol, es así, sufridos paisanos. Eso de la renovación, la savia nueva, las ganas de lucha y hasta el vigor juvenil que pedían algunos para tirar de esta provincia, habrá que dejarlo para otro envite. Seguiremos arando con los mismos bueyes, por lo menos hasta que sean pensionistas.

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Todavía falta para la primavera de 2008. Pues hasta la de 2009 no comenzarán las obras del puente sobre el Duero en la capital (y creíamos que Vázquez se despediría colocando la primera piedra del viaducto). La fecha la ha dado el concejal de Obras, que esta vez parece que habla en serio, después de años de "declaraciones públicas falsas", como bien ha puntualizado el edil de IU. Tras la confesión del consejero del ramo sobre el nuevo hospital de Benavente -dijo que nones-, a los mandones populares les ha dado la ventolera de la sinceridad y de ser claritos en sus manifestaciones. Mejor así, oigan. Pero no lo estropeen ahora con eso del "segundo puente". Antes del dos va el uno.