En este mundo nos movemos por sensaciones. Estamos acostumbrados a ponernos la venda antes de la herida. A veces, los síntomas son la enfermedad. Es el caso ahora de la caída en picado de la Bolsa, de todas. La recesión de la economía norteamericana parece inevitable por calentamiento, pero no la de Europa que, según se apunta, seguirá creciendo, menos pero se mantendrá al alza, un 1,9% según los expertos. Da igual; lo del resfriado de EE UU sigue valiendo. Europa ya está en cama con neumonía. Ha enfermado de irrealidad contagiosa, pero duele y la cura es más difícil porque no se conocen antídotos fiables.

Lo convencional se lleva. Los gestos son la realidad (me viene ahora a las mientes la frase de Mc Luhan que estudiamos -sin comprender del todo- en la facultad: El medio es el mensaje; el masaje, decíamos entonces. Pues ahora bien podríamos decir que la sensación es la circunstancia y también el hecho. La farfolla es el corazón. Sobre todo en economía y en mil manifestaciones de la vida.

Pero no siempre ocurre así. Hay otros gestos vitales que sí están entroncados con la realidad. Que definen situaciones y aclaran estados de ánimo, que trascienden al hecho en sí. Que no necesitan interpretaciones. Ahora me explico.

Me contaron ayer que los dineros de la PAC -más de 60 millones de euros en el caso de Zamora- este año tienen alas. Esto es, que apenas se posan un instante en las cartillas bancarias de agricultores y ganaderos. Descansan un suspiro y otra vez a volar. Se van raudos a las casas de los marcados por Bruselas.

Me dicen que eso no había pasado nunca. Que los operarios de cajas y bancos están asombrados. Otros años, llegaban los dineros y se quedaban en las cartillas, allí anidaban y hasta algún caso se conoce de que pusieron huevos y criaron pollos que sí llegaron a pájaros nuevos. Este año no. Llegan como flechas y se van como saetas. ¿Por qué sera?

También me dijeron ayer que los operarios de cajas y bancos nunca habían tenido tanta comunicación con los titulares de las cartillas abiertas en las sucursales radicadas en el ámbito rural. Las llamadas son de esta guisa: «Oye, que lo del mineral déjamelo para la semana que viene, que ahora me viene mal, no te preocupes». «Bueno, tú tranquilo». Otra: «Que lo del pienso, a ver si me lo puedes retrasar hasta el mes que viene, que me pagan el maíz?». «Bueno, no te preocupes...». El proceso de "feedback" que dicen los anglosajones, de retroalimentación aquí, o sea de palique para entendernos, está que arde. ¿Por qué será? Seguramente los que hoy se manifiestan en Madrid tienen la respuesta. Ellos y otros muchos que, hartos de todo, se quedarán en casa.