Leo con alegría mezclada con cierta emoción la noticia de la terminación de la vía de Castro de Alcañices a Paradella, ese rincón que marca el Duero y las marras de la frontera desde 1864. Ahí, donde confluyen tres referencias muy definidas: Castro de Alcañices, lo que fue Castro ladrón, Brandilanes y Paradella, al otro lado de la Raya. La terminación de esta vía constituye un verdadero acierto y permite conocer de cerca nuestra geografía, tan singular por tantas cosas. El apellido de Castro queda justificado por esos intercambios fraudulentos que han constituido y se han desarrollado a lo largo de nuestras fronteras. No olvidemos que desde el reinado de Carlos III, segunda mitad del siglo XVIII, Fornillos de Aliste tuvo aduana y esto se prolongó hasta la delimitación definitiva de la frontera en la fecha citada de 1864 que se pasa a la villa de Alcañices.

Pero si el paisaje del conjunto del Castro es atractivo, al lado Brandilanes no le va a la zaga. De paisaje más abierto, su suelo, rico en cuarzo allá por la primera década del pasado siglo y sobre todo de wolframio del año 14 al 18, coincidiendo con la Primera Guerra Mundial, convirtió a Brandilanes en un centro de exportación y de comercio del mineral. Incluso se levantó un puesto de carabineros en la llamada caseta del Gejo, en el camino hacia Paradella. Pero Brandilanes ofrece además de su casco unos molinos, auténticas joyas diseminadas por la Raya cuesta arriba hasta la Luz que domina un entorno único.

Pero nos queda el otro vértice: Paradella en territorio portugués, un encanto de localidad, que además nos permite conocer ese rincón sobre el Duero que desde Paradella nos va a permitir recorrer y conocer Ifáñez y a la vez Aldeas Novas, frente a los restos de San Mamed de Villardiegua en el lado zamorano de la vía romana que desde la capital llegaba hasta Miranda salvando el Duero. Aldeas Novas ha sido estudiada magníficamente, como todo lo correspondiente al Plan Alto Mirandés, por José María Mouriño a quien le debemos el mejor y más completo análisis de esa rica región arqueológica. Hay restos romanos por doquier magníficamente cuidados y tratados, una lección más que hemos de aprender y practicar. Pero las posibilidades que este enlace ofrece para desde la 122 adentrarnos en ese rincón constituyen además de un acierto una constante tentación porque en cada visita descubres sin tener que dar grandes rodeos detalles nuevos, sin necesidad de tener que profundizar demasiado en la historia lejana. Basta recordar que toda la Iglesia del territorio Mirandés estuvo vinculada a Moreruela. Basta colocarse delante de un mapa y una simple mirada nos descubre la colocación casi simétrica de los pueblos de uno y otro lado, lo que demuestra que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa.

Recorrer la zona permite descubrir el Mirandés en el lenguaje, ese Mirandés que Mouriño estudió con tanto respeto como cariño siendo párroco de dos iglesias. Y escuchando la conversación de muchos de sus habitantes tienes la sensación de encontrarte en el corazón del mismísimo Aliste. Bienvenido sea este enlace que nos acerca y nos une más.