Estamos en la semana de los perdedores. Gallardón cayó derrotado de certero mordisco en la yugular y al pobre Paulino Cubero le han silenciado el himno nacional, que es como taparle la boca a la España cañí y chusquera. Me caen bien los perdedores, porque se la juegan. Peor es parecerse a Zapatero, que si fuera dermatólogo sólo alcanzaría a dar diagnósticos superficiales. O a Rajoy, que tiene tila en las venas, que como nadie sabe si sube o si baja, se va a quedar a mitad de la escalera, que en política es sitio de nadie donde comienza siempre la travesía del desierto. Dice Paulino el poeta, al que las musas sólo le inspiran lástima, que le han suspendido el himno «por las miserias de la patria». A Gallardón, sin embargo, le han frenado en seco las miserias de la política, igual de ruines que las otras aunque vistan traje de marca y corbata de seda.