Castillo de Alba es uno más entre el medio centenar de rincones que atraen y cautivan al que llega hasta ellos. Pero además ese rincón añade una carga histórica, no solo de la que ha sido testigo, sino de la que se ha desarrollado entre sus muros y se ha proyectado por tierras, nobleza, apellidos, títulos y coronas. Mirando las ruinas del Castillo de Alba y siguiendo la reclamación justísima de las villas y lugares de esas nobles tierras, me pregunto con una insistencia que raya en lo obsesivo cómo es posible que hagamos campañas de sensibilización en defensa del lobo, de la garduña, del correcaminos o de la alondra mañanera, del lagarto o del halcón peregrino y seamos insensibles a cuidar, proteger y restaurar con la dignidad que se merece y el respeto que le debemos a esos monumentos que constituyen los cimientos de nuestra personalidad y la base de este conjunto de tropelías que estamos cometiendo.

Alba reclama atención hacia esas ruinas y no entiendo que esas obras sociales que tanto se airean de determinadas instituciones y fundaciones, no se hagan cargo de una de esas nobles ruinas. Y en ese lento correr del tiempo, poder ofrecer a quien quisiera escucharnos o visitar nuestro pasado dignamente mantenido y además utilizado. Los olvidos son casi infinitos para hacerlos incluso rentables. No olvidemos nunca que eso nos define.

Pero quede claro que el Castillo de Alba, que con tanta razón reclama atención de las instituciones y las autoridades provinciales y regionales, ante el lamentable estado de las ruinas de esa fortaleza que preside y aglutina desde su Encomienda como cabecera de Alba una parte importantísima de la historia de los Templarios, merece el mayor de los respetos y el mejor de los cuidados. Bastaría dar un vistazo a "Los Templarios en la Corona de Castilla", del padre Gonzalo Martínez Díez, para darnos cuenta de lo que el castillo significa en este tiempo y en esta orden, sus vicisitudes e incluso el papel que juegan su Maestre y su estructura jerárquica cuando se inicia el proceso de Medina sobre la polémica Orden ya condenada a su desaparición. Estas coincidencias se ven aumentadas cuando la iglesia de la Horta, sede del Archivo Sanjuanista, mantuvo entre sus fondos hasta bien entrado el siglo XVI parte de la documentación templaria y parte importante del proceso de Medina.

Pero todavía hay más curiosidades importantes y dignas de recordar y tener en cuenta, a la hora de vincular el Castillo de Alba con nuestro entorno, cuando el cronista Florián de Ocampo, en su obra "Cuaderno de Recuerdos", recoge datos y referencias sobre los templarios y el Proceso de Medina.

Pero la historia del Castillo de Alba y sus tierras no termina en este momento. El reparto de los bienes templarios y la aparición de la nobleza en ellas da comienzo a una etapa nueva. Esa nobleza estará enlazada directamente con los Reyes Católicos, formando parte la fortaleza de una línea defensiva por tratarse de la única vía de penetración hacia Castilla del vecino reino de Portugal, línea que estará vigente hasta finales del siglo XVIII. Situado el castillo sobre una elevación en la margen derecha del río Aliste que le sirve de foso natural por el norte y el arroyo Retael por el sur, ofrece esa estampa romántica, por un lado, cuando solo te atraen las ruinas, el paisaje y la desolación. Vergüenza da cuando, conociendo un poco de su historia, te sientes humillado por el penoso estado. Un pueblo y una sociedad que ignora y maltrata de esa manera su historia es un pueblo y una sociedad cuya dignidad y responsabilidad como tal se encuentra bajo mínimos.