Cuando allá por los años treinta los nacionalistas de turno relanzaron el tema de las nacionalidades, un celebrado poeta humorístico "Nijota", pronosticaba a los tinerfeños que tendrían una nación "con himno, bandera y todo". No andaba descaminado mi amigo el periodista-poeta, que recuerda una estatua en La Laguna. Miguel Vizcaíno descubrió que todos los presidentes autonómicos se pirriaban por los solemnes y patrióticos recibimientos a toque de corneta o de gaita. A la voz de "café para todos", se apresuraron las autonomías en dotarse de himno, bandera y protocolo .Y se escenificó la paradoja estupenda que perdura: "nemine discrepante", en todos los territorios autonómicos ondea en libertad su bandera y se canta su himno por los que lo saben; en cambio la bandera y el himno de España son rechazados en no pocos edificios públicos dependientes de nacionalistas. Parece consigna: el himno nacional... ni mentarlo. En los treinta años de democracia, ni un solo gobierno -ucedeo, socialista o pepero- se atrevió a promocionar una letra para la vieja "Marcha granadera".

Todos los himnos ya sean nacionales, religiosos, militares... se tocan y se cantan; el español no se canta. Esta fue la punzante evidencia que movió a los deportistas a pedir que se dotara de letra al himno para poder entonarlo mientras sube la bandera, en jornadas triunfales. El gran número de textos presentados al concurso constituye una prueba palmaria del interés popular que había despertado la iniciativa. Como es de cajón, la letra ganadora ha sido recibida con opiniones diferentes, algunas contrapuestas y pocas sorprendentes. A nadie se le ocurriría esperar otra respuesta de los tenaces viejos separatistas y los marchosos "neos" pujolanos. ¿Cómo aprobarían un himno que comienza con un ¡Viva España! Alguno ha confesado que lo rechaza porque exalta valores nacionales; lo que paladinamente viene a suponer que no se tomarán como pautas útiles en la Educación para la Ciudadanía. No parece muy honesto ni siquiera políticamente correcto afirmar, como ha hecho Joan Tardá, que la letra puede ser aceptable para los españoles; a él no le importa puesto que no es español; sin renunciar a la cóngrua que le pagamos entre todos se manifiesta incongruente; es extranjero y sin embargo, es un representante de la soberanía española. Ateme usted esas moscas aunque se haya dicho que España no es país lógico sino mágico. Otro de los líderes en equilibrio inestable rechaza la letra por rancia; pero más muerto está el Muro de Berlín que algunos parecen añorar. Los himnos como se dice de los roqueros, no se hacen viejos como bien saben los que cantan el beligerante "Els Segadors", o los que entonan el entrañable y pacifista "Asturias, Patria querida".

"Himnos, trovas cantemos y a la excelsa patrona proclamemos". Así animaba el coro de una zarzuela humilde de andar por teatrillos de colegio. Un himno por definición se propone la exaltación de las figuras y de los valores que se cantan; desde que el mundo es mundo, los himnos expresan fervores muy sentidos o los crean. Como género literario ha dado a la Literatura y a la Música piezas extraordinariamente valiosas; algunas, sublimes. No pocos de evidente simpleza en letra y música, cantaron muy hondo en el sentir de pueblos, sociedades o cofradías; y ofrecieron conveniente contrapunto a solemnidades litúrgicas, desfiles militares o celebraciones deportivas. Porque la función principal del himno no consiste en convencer cabezas sino en mover voluntades. La sociedad se ha aprestado a opinar sobre la letra propuesta para el himno nacional. A la política en su más alta representación, tocará decir la última y definitiva palabra. En buen fregado los han metido los deportistas patriotas; no querían caldo y...