Hace algunos días, coincidiendo con alguna celebración previa a las Navidades, el bonachón abuelote del gobierno y vicepresidente económico, Pedro Solbes, salió de bares. Me da que su proverbial prudencia debió quedar aparcada y como lleva chófer, brindó más de la cuenta. Las imprudencias se pagan. Tal vez una mala resaca, quizás la acentuación de la sempiterna úlcera. Vaya usted a saber. El caso, es que lo que en un ciudadano de a pie quedaría como un mal recuerdo, un "mal trago" pasajero sin mayores consecuencias, ha tomado en Solbes dimensión verdaderamente preocupante. Díganme si no, cómo calificar a la fobia que el pobre le ha cogido a la hostelería.

Primero culpó de la descontrolada subida de los precios, a la irresponsable generosidad de los españoles con las propinas en los bares. Entiende Solbes, que es desproporcionado dejar, como hacemos todos, un euro de propina, después de tomarte un café de ésos que, le ha dicho el presidente Z, cuestan ochenta céntimos. Por si fuera poco, ahora crea un nuevo medidor oficial de bonanza económica. Aún no le ha puesto nombre, pero será algo así como el "observatorio barra" o el "centro de investigaciones sociológicas miralatasca". Recomienda Solbes a los diputados que vayan de bares y comprueben, descreídos ellos, que "hay familias con pocas dificultades económicas". Las barras, lo han visto a él, no es que se lo hayan contado, aparecen bien nutridas de parroquianos. O sea y por expresarme con la misma claridad con la que él suele hacerlo. La economía de los españoles va fatal porque despilfarran su dinero dando propinas al personal de bares y restaurantes, lo cual a su vez demuestra que la economía de esos mismos españoles va fenomenal, porque siguen llenando los bares y restaurantes. Está clarísimo, oiga. Y si usted no lo entiende y mantiene que la economía no va bien, es porque es un antipatriota. Que también nos lo han dicho.

A quién le importa que el déficit exterior, es decir, la diferencia entre lo que exportamos y lo que importamos (incluidos servicios como el turismo) haya pasado en cuatro años del 2,5 al 9,9 % del PIB. Que la inflación sea exactamente el doble que en 2004 y la más alta desde el año 95, cuando Solbes también era ministro de Economía. O que el tipo de interés aplicable a las deudas por hipoteca que tenemos todos los que llenamos los bares se haya así mismo duplicado. Es sólo una "saludable y gradual desaceleración".

Y si como dicen sendas estadísticas oficiales del CIS y del Instituto de Crédito Oficial, la confianza de los españoles en la economía ha caído entre abril de 2004 y diciembre de 2007 en un tercio, se debe a que ya quedan pocos profesionales detrás de la barra que tiren las cañas como es debido. ¡Salud, ministro!

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