Vamos a ver: como dice el concejal de Obras, no se trata de hacer sangre con las empresas, pero ya está bien de que nos tomen el pelo. El Ayuntamiento sancionará a la constructora que realiza la modernización de la calle de San Torcuato y plazas anejas, por retraso injustificado en los trabajos, que deberían estar concluidos desde noviembre y no tienen pinta de que vayan a rematarse de inmediato. Y eso que ya han disfrutado de una prórroga por modificaciones sobrevenidas sobre el proyecto inicial. La decisión de penalizar a la adjudicataria es tan excepcional que se trata de la segunda vez en la historia reciente en la que el gobierno municipal adopta esta medida. No hace tanto que, después de varios tira y afloja y no sin resistencias, también fue sancionada económicamente la empresa que realizó la remodelación del barrio de La Horta, amén de ser obligada después a corregir algunos defectos detectados en las obras.

Da la impresión -y hasta se les nota mucho- que a los responsables municipales les cuesta tomar este tipo de decisiones. Sólo hay que ver la prudencia y cautela con la que se expresan en público el concejal de Obras e incluso la propia alcaldesa cuando se refieren a estas cuestiones. Respeto absoluto hacia la adjudicataria y énfasis conciliador al anunciar que "no se trata de hacer sangre" ni de ir contra nadie, sino de que se cumpla la legalidad. Pero, si les sirve de algo, la reacción de la calle era ayer muy favorable a la decisión municipal. Sin necesidad de preguntar, más de un ciudadano exclamaba que ya era hora de que el Ayuntamiento diera un puñetazo en la mesa. Y enlazaban el asunto de San Torcuato con el desastre del firme de la avenida de Galicia, cuya reparación por fin va a afrontar la institución municipal de forma subsidiaria, es decir, que lo hará con sus medios pero repercutirá el coste en la empresa responsable de los agujeros, seguramente quedándose con la fianza. Y es que también este caso clama al cielo. Yo sí que no tengo nada ni a favor ni en contra de la adjudicataria que metió el colector desde la Puerta de la Feria hasta el Corredor de Roales. Ni siquiera sé su nombre. Lo único cierto y evidente es que, tras la ejecución de esta obra, toda la carretera quedó hecha unos zorros, cuando antes estaba totalmente llana. ¿Problemas de compactación? Pues que hubieran compactado de forma correcta. ¿Filtraciones misteriosas y manantiales espontáneos? Pues ya es mala suerte, porque no hubo noticias de eso en los veinte años precedentes. Que no, vamos. Que al sentido común de los ciudadanos y a la simple observación, les sobran en este caso todos los técnicos y dictámenes periciales, dicho sea con respeto a los profesionales. Incluso a los que son parte interesada.

Porque de eso se trata. De que cada cual defienda lo suyo, sus intereses. Y está claro que las empresas adjudicatarias ya lo hacen, y de qué forma; y no es necesario que los concejales les echen un cable o pongan paños calientes. Su obligación, la obligación del Ayuntamiento, es proteger y garantizar lo público, lo de todos los ciudadanos. Y no es que tenga que dar escarmientos puntuales o mandar avisos a navegantes con multas aisladas, sino actuar con firmeza en todo momento, como ahora parece que se va a hacer con la interminable obra de San Torcuato y con el culebrón de los baches de la avenida de Galicia. Con todas las cautelas que crean necesarias, en relación con la legalidad, pero sin más hipotecas misteriosas. El ciudadano no es tonto y lo agradece.