Toro no necesita salvadores, y menos caciques pueblerinos o de barrio. Toro tiene tal entidad, tal peso histórico y tal trascendencia en la historia de Castilla y de España, que sin su devenir gestado en su suelo y dentro de su recinto amurallado, sería difícil entender con claridad esos dos conceptos que, sin duda, no hubiera cuajado al menos como hoy los entendemos. El suelo sobre el que se asienta la prerromana Albocalla o Albocella, es un suelo privilegiado.

Podemos situarnos a mediados de siglo XIII y desde la Crónica Latina de los Reyes de Castilla, pasando por el Cronicón Mundi de Lucas de Tuy y siguiendo a Rodrigo Ximénez de Rada en su De Rebus Gestis Hispaniae, para terminar con la Primera Crónica General de Alfonso X el Sabio. Vemos como a la muerte del rey de León Alfonso IX, tanto la reina Berenguela como su hijo, el que va a juntar definitivamente Castilla y León, Fernando III, es Toro la primera ciudad que le reconoce como rey de León y sobre una de las puertas de su Consistorio está el recuerdo y la dedicatoria de esa visita que le da renombre y autoridad a la ciudad en su historia.

Será a partir de este momento cuando Toro comienza a estar vivo y activo haciendo historia de manera constante sin parar un momento en afianzar su desarrollo y su programa. Desde este 1230 hasta 1476 será Toro el escenario y a la vez campo de maniobras donde se van a desarrollar todos los acontecimientos más importantes y que definen el arranque de la Edad Moderna y con ella el máximo esplendor de nuestra historia bajo todos los conceptos y desde todos los puntos de vista posibles aun para los más exigentes en su análisis. A partir del reinado de Fernando IV, 1295 -1312, siguiendo por Alfonso XI, doña María de Molina, los azares de Pedro I y Enrique II en Montiel, Juan I, Enrique III, Juan II y Enrique IV 1454 - 1474, Toro es, además de la Corte, el auténtico santuario de la unidad que avanza bajo su mirada y desde su proyección desde la sede de la monarquía, mitad Palacio Real, mitad Monasterio de Dominicos, de donde como no podía ser menos saldrían decisiones tan trascendentales que hicieron dar al planeta una vuelta completa bajo todos los conceptos, desde la geografía a la historia y desde la economía a la geopolítica de los pueblos y las naciones con el nuevo concepto de universalidad que también nace en ese palacio y monasterio toresano.

Hasta qué punto Toro marca la hora en el reloj de la historia, que cuando surgen problemas sucesorios entre esas fechas claves del 1454 al 74. El rey de Portugal ocupa Zamora y Toro, porque es en Toro donde se guarda además del tesoro de la legitimidad las razones históricas que dan dos siglos de historia elaborados dentro de sus muros. Y todo se va a resolver en ese mes de marzo de 1476 a la vista de sus murallas y vega, y como no podía ser menos junto al río, porque está muy claro que el devenir de los pueblos ha seguido siempre el curso de los ríos. Toro y el 1476 marcan a la nueva corriente que representan Fernando e Isabel, como se va a demostrar en las Cortes de Toledo del 1480. Estos cuatro años pasados no en la indolencia dada la victoria, sino en el estudio de las nuevas estructuras que están surgiendo, Toro no va a ser ajeno y de esas Cortes va a salir con claridad meridiana el programa que va a caracterizar la nueva edad que con el nuevo siglo vamos a llamar Moderna, fin de la Reconquista, unidad política, unidad en la fe, expulsión de un sector de la sociedad medieval y unas ordenanzas municipales muy claras y necesarias en una sociedad nueva que está aflorando. En ese palacio monasterio va a surgir el hombre que va a dar el empujón definitivo a un proyecto, mitad sueño, mitad entelequia, Fray Diego de Deza, confesor de los reyes, será el impulsor de la colonización del Nuevo Mundo, que amanece bajo los auspicios de estos Reyes y con la nueva sociedad, hace falta nuevas normas y poco más de una década, será Toro quien marque las reglas de la marcha, los límites y los senderos con sus celebres leyes de Toro.

Estamos en 1505, hace un año que ha fallecido la reina Isabel y Toro vuelve a marcar con su presencia el desarrollo jurídico del mundo moderno. Sus 83 leyes, base de nuestro ordenamiento jurídico, constituyen además un auténtico baluarte legislativo, una síntesis de todo el pensamiento desde Grecia pasando por Roma y siguiendo las distintas aportaciones de medio milenio de Cultura clásica, asimilada bajo los dogmas que han ido creándose por toda la vieja Europa, alrededor como no puede ser menos de lo que significaban las riberas del mundo mediterráneo. Aún nos quedan otros detalles no menos significativos y definitivos de su presencia en la marcha del proceso iniciado con los Nuevos Descubrimientos. Toro aporta no solo legislación, sino que desde su asiento su sede en él nacen las primeras Universidades en las nuevas Tierras y para que no haya dudas en las celebres Leyes de Indias, un modelo de legislación Moderna, aún no superadas hoy en determinados aspectos. Toro esta presente, aplicadas con el sentido que exigían las circunstancias del tiempo y lugar.

Y aún queda una última etapa que corresponde al reinado de Carlos III, 1759-1788, etapa en aquel desarrollo económico de Toro, sobre su vega, su emplazamiento y el comercio arriero de vital importancia le proporciona tal potencial económico que se manifiesta en el impulso y desarrollo urbanístico y monumental, otra de esas aportaciones. Su homogeneidad bastaría para ser tratada y considerada entre los primeros lugares a nivel nacional, nada digo dentro de lo regional, al margen de provincialismo de vía estrecha y de pueblerinos de solana.

Toro constituye por sí solo un valor de tal categoría que supera a multitud de lugares que por una serie de circunstancias han tenido los apoyos, por supuesto interesados de distintos estamentos. Partiendo de la Administración central y siguiendo por los demás niveles, quedan todos definidos bajo mínimos cuando se trata de tener en cuenta el abandono y mal trato a la ciudad que aglutina medio milenio de uno de los capítulos más sólidos e interesantes de lo que es nuestra historia y por deducción nuestro pueblo, aunque tantas veces hayamos fallado en nuestras decisiones y comportamientos.