El otro día, leyendo un artículo sobre lo que en España se considera crítica literaria, el autor se pasmaba al comprobar (y demostrar) cómo debajo del rótulo de crítica literaria de un suplemento de libros, lo que se encontraba era una reseña, una sinopsis, un resumen comentado de una obra, pero no una crítica. El caso, claro, es que los lectores sí piensan que lo que ahí leen es crítica literaria. Es lo que ocurre con el PSOE. Debajo de esas siglas uno espera encontrar la ideología histórica, los pilares fundacionales incólumes, su carta de principios, intocable. Pero lo único que se salva de esa sigla es la P y la E, y para algunos ni siquiera esta última.

Resulta muy clarificador observar las campañas electorales de Estados Unidos. Ellos llevan varios decenios de mensaje tecnológico y virtual. Su despliegue de medios y la sofisticación de su puesta en escena es todo un ejemplo de teatralidad de diseño sociológico. Los flechazos de palabras sonsacados de un programa general están perfectamente cincelados por la apetencia de grupos de ciudadanos alienados, ya sea por una religión, por una ideología, por una sexualidad, por una obsesión. Un político siempre sabe dar a las mayorías lo que ellas quieran.

Es muy fácil comprobar cómo los países occidentales y occidentalizados carecen de izquierda. Y por izquierda, más allá de acopios coyunturales (defensa actual de la ecología y la homosexualidad o consideración por la mujer) se tiene que definir..., tiene la obligación de definirse por anticapitalista, que no comunista (que al fin y al cabo es un capitalismo de circuito cerrado). Mientras que la derecha siempre ha sacado partido de las políticas de izquierda -no ha dejado de perder privilegios, muy al contrario-, la izquierda (o lo que se hacía llamar izquierda), económicamente ha tendido siempre hacia la derecha cuando ha propiciado que sectores de la clase media-media ascendieran a la clase media-alta e incluso más, manteniendo en su lugar a todos aquellos que conforman la clase baja o trayendo a otros de fuera para sustituirlos. ¿Dónde está la izquierda?

Si hemos de esperar que un partido como el PSOE saque réditos de su política social (que no socialista) estamos aviados. El pueblo es avaricioso y no aceptará gratificar lo que considera de derecho. El matrimonio entre personas del mismo sexo no parte de la política, sino de una mayoritaria aceptación popular que los políticos recogen para sí cuando sociológicamente les resulta beneficioso. Por el contrario, tenemos el ejemplo de las relaciones Iglesia-Estado, vemos como la tendencia de la mayoría de la gente va yendo hacia un apartamiento de lo religioso. Pero es una tendencia que el PSOE, pese a su supuesta ideología, todavía no considera (según informes de sus sociólogos) que vaya a resultar beneficioso electoralmente, y por eso lo deja para mejor ocasión.

La política se hace al andar, la ideología queda para la retórica. Lo que no te conceda un partido, reclámeselo al contrario. Y así las palabras dejan de significar lo que supuestamente debieran. Y mientras la derecha siempre ha sido lo que es, pese a que muchos de sus votantes (pobres, pero religiosos) no se enteren, la izquierda ha tenido que reconocer que el monstruo que es el capitalismo hace siglos que es incabalgable, mucho más ahora que el mercado es verdaderamente global. Mientras la mayoría pueda consumir a gusto, bien está que los demócratas jueguen a la política. Que se diviertan.