He visto con verdadera satisfacción el plan de restauración de conjunto urbano de Fermoselle, para devolverle a la villa un carácter de calidad y belleza del conjunto acumulado y conseguido al cabo de siglos, uno de los lugares más singulares del Valle del Duero. Incomprensiblemente y como tantos otros lugares de nuestra geografía Fermoselle vio cómo se cuarteaba un conjunto urbano digno de mejor suerte.

Pero nunca es tarde. Y según parece a Fermoselle le

ha llegado la hora de recuperar en lo posible la belleza y el encanto de su emplazamiento y de su arquitectura, que le han dado al conjunto un carácter muy concreto y definido. Comenzando por su emplazamiento colocado sobre un gran crestón de granito, destaca su Castillo, del que sólo quedan unos restos que dicen tantas cosas sobre el respeto que hemos tenido y venimos demostrando a nuestra historia, que a veces, no sé si da asco o pena, pero somos como somos y según parece seguimos en muchos casos con ese gesto. Sin embargo, siempre hay gentes y momentos de reflexión y este es el caso de la villa fermosellana, cuyos restos constituyen referencias claves de un pasado rico y respetuoso con su historia y sus valores. Lástima grande que esa calle cuyos arcos de soportales constituyen un auténtico certificado de la nobleza de su historia no puedan ofrecerse en su totalidad y enseñarlos y evitar esos presuntuosos pegotes de modernas construcciones en calles capaces de evocar cualquier tiempo pasado y que suponen una bofetada urbanística para el conjunto.

Junto a su emplazamiento, su sabio trazado, dominando lo agreste de la geografía, ofrece lugares destacados, magníficos miradores que permiten dominar parte del conjunto y en algunos lugares pedazos de esa geografía que rodea la villa y que ayuda en gran medida a destacar aún más el pueblo. Pero aún queda más, y en ese más entran esas bodegas arrancadas en un gesto heroico de constancia, de fe en el trabajo y así de milagro, pues arrancar a las entrañas del granito un hueco, casi sin exageración, un milagro debe considerarse y eso forma parte de esa psicología y de ese carácter de luchador incansable que define al fermosellano. Basta citar media docena de lugares clave para justificar cualquier riesgo y cualquier inversión de cara a cuidar de manera correcta y adecuada esta villa. Hoy, con las posibilidades que ofrece su paisaje, su geografía y su emplazamiento como uno de los puntos clave dentro del conjunto de los Arribes; con la puesta a punto y la actualización de sus cultivos, si además le añadimos ese encanto que el conjunto urbano ofrece debidamente atendido lo que se ofrece es de una variedad y de una categoría pocas veces reunidas en un solo lugar.

Nuestra Diputación, siempre atenta y sensible a los cuidados de prestigio y prestancia de esos lugares clave, no escatimará esfuerzos en devolverle a esa villa de señorío eclesiástico con tierras propias, que hoy vuelve a recuperar su rango, ofreciendo al que hasta ella llega esos aspectos que todo viajero busca, sea una simple visita e incluso al artista o al investigador, que le sugerirá tal cúmulo de interrogantes que le obligarán a volver en cualquier momento, porque Fermoselle encierra en su ambiente, en

ese milagro de sus paisajes de campo y urbanos, la magia de hacerte volver. Desde el Castillo a Santa Colomba y desde San Francisco en cualquier dirección, Fermoselle no defrauda nunca y una vez conseguida la recuperación de su conjunto comenzaremos a contar y a disfrutar de una villa más con historia, carácter, belleza y atractivos que volver y enseñarla con entusiasmo, frente a los restos de algún artilugio que nos llevará hacia atrás en el tiempo tanto como queramos. Enhorabuena a todos y a celebrarlo con un buen concierto de órgano.