El campo de la deslealtad anda cada día mejor abonado en el terreno de la vida marital. Si hasta ahora deslealtad o traición eran términos usados preferentemente en el ámbito militar ahora mismo gana por goleada dentro de seno familiar.

El marido de mi amiga Lola le ha "plantado la deslealtad" con una puta del barrio chino de la ciudad. Conozco algún caso similar en el que el pérfido marido se ha enamorado de una fulana e incluso se ha casado con ella, retirándola eso sí definitivamente del viejo oficio. He de decir que han sido matrimonios sólidos en los que ha habido prole y donde nunca se dudó de la fidelidad de la esposa.

En el caso del marido de mi amiga la cosa es extraña, viven juntos como pareja, pero ella sigue ejerciendo de prostituta con el beneplácito de él. Tiene la historia un toque a película de Almodóvar.

A Cuca, hembra de tronío, su marido "le plantó la deslealtad" con una mujer torpe, fea y además casadísima, con dos hijas pequeñas. Ahora anda el tipo por ahí arruinado y cabizbajo como alma que lleva el diablo no sin antes maltratar a su mujer y a su camada como si estos fueran los culpables de su infortunio.

¿Y qué decir de Tati, la mujer de un conocido industrial de la plaza que abandonó a su estupendo Ricardo por un tipo minúsculo y mediocre en tratamiento psiquiátrico por desórdenes de índole sexual? 0 de Bárbara de la Torre que dejó al brillante, guapo y buen marido para lanzarse sin recato a los brazos de un picador de la mina barrigón y calvo al que le parecía signo de distinción llevar permanentemente en la boca un mondadientes.

En la época de nuestros abuelos era frecuente que estos se fueran de francachuela con señoritas de alterne y si eran pudientes cogían unos cientos de reales y se iban unos días a la villa y Corte de cabaret en cabaret. Al volver, "la santa" los recibía con las manos abiertas; a fin de cuentas su marido había ido a Madrid por Negocios. En aquella época sólo había dos tipos de mujeres, las decentes y las otras, por eso si el hombre quería flestolina debía acudir a casas de citas, ahora la cosa es diferente, en los club de alterne no están todas las que son...

Ahora ser decente es algo trasnochado, como un traje rancio. La mujer que no se da al fornicio con el primero que le calienta el oído es una estrecha, una frígida, a la que seguramente el sexo le parece algo pecaminoso y nada placentero. Se admite al desleal como algo normal, cotidiano, como si traicionar al otro fuera un acto ejemplar o cuanto menos no mermara la confianza que somos capaces de depositar en ellos.

Me asombra una sociedad que acepta la traición como algo consustancial al hecho del amor que se va y no se plantea que lo honesto es un irse sin ofender al otro, sin humillar al otro, sin maltratar al otro...

Maldigo a la tropa que pasa la mano por el lomo del desleal y le paga un vino en la taberna.