Hay gente que cuando aprende a vivir lo hace sin manos como cuando de niños presumíamos con las manos a la espalda mientras hacíamos acrobacias con el manillar de la bicicleta. Hay a quienes no le hacen falta las manos porque para las caricias tiene los colores del alma. Nunca uno acaba de saber

si las manos de cada cual son suyas o son del otro. Hablando de manos siempre me acuerdo de aquella canción que dice... "Para hacer esta muralla juntemos todas las manos los negros sus manos negras los blancos sus blancas manos". También Juan vivía sin tierra donde sostenerse y es que todos vivimos día a día en un continuo equilibrio. Vivimos sujetos a la tierra por una simple tela de araña. Juan Sintierra sabía, como lo sabe mi amigo Luislo, el pintor con la boca, como también lo supo Gloria Fuertes, la amiga de los niños, que si la realidad es gris ellos han sido capaces de pintarla de verde. Para Luislo su "jefe" siempre fueron sus pinceles y una amplia carta de colores; para Gloria: palabras y sentimientos.

Luislo, el pintor con la boca, es pintor universal. Sí, universal porque está entre esos ochocientos "privilegiados" de todo el mundo que pertenecen a "Pintores con la boca y con el pie". Lo es por méritos propios, por constancia, por esfuerzo, porque pinta cielos y atardeceres castellanos con los pinceles del alma y porque sabe bien que, a pesar de sus limitaciones, son mucho peores las cojeras del alma y los mancos de corazón.

Es Luis Lorenzo Navarro el pintor que da vida a naturaleza muerta; ese hombre capaz de inventar sus propios paisajes donde vivir con colores puros. Paisajes transparentes que cuela con sus vivarachos ojos capaces de ver en el aire sentimientos. Diseca este pintor colores y paisajes; ayeres de su tierra que un día se secaron dentro de sus pupilas. Es él un pintor de soltura magistral con los pinceles en su boca. Para valorar su esfuerzo, como el de todos sus compañeros que han expuesto durante varios días en el Colegio Universitario de Zamora, nadie deberíamos perdernos el poder contemplar lo que la necesidad y la constancia son capaces de inventar. En todos ellos vale más una pincelada que mil palabras. Tiene que haber alguien como Luislo que pinte cada día alboradas y atardeceres; poemas del aire y colores de esta tierra nuestra para repartir por el mundo y decirnos que merece la pena la vida. Alguien especial como lo es él que surge sólo de vez en cuando. Su pintura es limpia, transparente y real como la vida misma. Es una pintura entrañable, cercana, familiar, generosa y rica. Pintura metódica e inquebrantable como la vida propia. Porque para Luislo la vida es un cuadro que se pinta cada día, un territorio de luces y sombras donde uno habla con los colores de la naturaleza poética.

Enhorabuena una vez más por todo tu esfuerzo y por lo que nos regalas cada cierto tiempo con tus cuadros.