En medio de toda esta marabunta que ha producido la, ya lejana en el tiempo, publicación de las caricaturas de Mahoma, uno no deja de quedarse perplejo y preocupado.

Es increíble cómo se puede manipular a la multitud jugando con algo tan sagrado para la persona como son sus creencias religiosas. No deja de ser desconcertante cómo en el siglo XXI, cuando la información circunda el orbe con una facilidad casi pasmosa, las noticias pueden ser tan fácilmente tergiversadas, falseadas y utilizadas políticamente al servicio de los más ruines y míseros intereses.

Uno, que es católico por la gracia de Dios, que ha nacido en el seno de una sociedad y una familia para quienes Dios es Alguien (no algo), no puede sino sorprenderse ante las reacciones que aquí, en España, han producido las citadas caricaturas. Claro que es necesario el respeto a las creencias de las personas y de los pueblos. Por supuesto que debemos aprender a convivir en paz, respeto y armonía ¿Quién lo duda?

Ahora bien son todas las creencias religiosas las que hay que respetar, no sólo las del vecino al que me interesa contentar en base a no se qué alianza de civilizaciones. Son todos los credos religiosos los que merecen igual dignidad, respeto y amparo legal, teniendo siempre como referente la realidad social del país en el que estoy. Somos todas las personas que vivimos en esta aldea global del mundo, las que tenemos derecho a profesar un credo religioso que nos permita situarnos en este mundo con una referencia a lo Trascendente que nos ayude a vivir de un modo más humano. Pero todos. Sí todos, no sólo las de quién me interese en cada momento.

Me hubiera gustado mucho haber escuchado las voces de nuestra más destacada progresía, que presume de rancios y profundos valores entroncados en la libertad e igualdad, protestando por la ridiculización de la fe cristiana ante el Santo Sepulcro por parte de dos "representantes" (para quienes se sientan por ellos representados) públicos.

Me hubiera gustado comprobar que quien, con una rapidez inusitada en su forma de ser, se pronunció públicamente contra las caricaturas de Mahoma, hubiese hecho lo mismo ante la aparición en ARCO de una imagen de Jesús con un misil en las manos.

Pero no. No ha sido así. Aquí en nuestra España para ser progre y chic, lo que hay que hacer es apoyar todo lo de fuera y desprestigiar, difamar y ultrajar todo lo de dentro. Y si lo que se critica es la fe o la Iglesia nos colocamos en un "plus ultra" más propio de la ultraderecha que de otra cosa.

Ejemplos de difamación pública de nuestra fe, no faltan. También aquí, en Zamora. Del 17 de junio al 4 de septiembre del pasado 2005 en la Sala de Exposiciones Temporales del Museo de Zamora se pudo contemplar una magnífica exposición de obras de arte titulada El Prado disperso. Una visión desde Zamora. En esta exposición había una excepcional tabla flamenca que representaba el Descendimiento de Cristo. Pues bien, como si de una caricatura se tratase, a la entrada del Museo se colocó un graffiti, sí de esos de spray, que hace una nueva interpretación de la escena. Jesús aparece allí descendido por unas siluetas que semejan voluptuosas señoritas de rubias y largas cabelleras, rodeado de un grupúsculo de bufones que se ríen de la escena y que incluso, platillos en mano, se mofan de lo que ven. La figura de María ha sido sustituida por un melenudo personaje que señalando la escena parece introducirnos en ese mundo de burla y alegría. El letrero de la cruz ha desaparecido y en su lugar se ha colocado un billete de diez euros... Y para más INRI, ya que le falta, allí está, a la puerta del museo, en las mismas narices de quienes lo visiten.

¿Se dan cuenta? Ahora, tranquilos que ni yo ni ningún católico zamorano vamos a ir a la puerta del Museo a quemar nada ni a linchar a nadie. No necesitamos que ningún político progre haga ningunas declaraciones. Ya estamos acostumbrados.

Libertad, respeto a las creencias de las personas y de los pueblos? Sí, pero todos y en todas partes. En Zamora también.