No está el horno de la alianza de civilizaciones para bollos, con lo que ha llovido -y ha llovido sangre- a causa de las caricaturas de Mahoma. Pero como viene a cuento, deberíamos los periodistas cuidar el lenguaje y no convertir en sinónimos palabras bien distintas. Se escribe con frecuencia que fundamentalista e integrista son la misma cosa. Y resulta que no, que el fundamentalismo, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, es el movimiento religioso y político de masas que pretende restaurar la pureza islámica mediante la aplicación estricta de la ley coránica; mientras que integrismo refiere en una de sus acepciones a los partidarios de un movimiento ideológico español del siglo XIX basado en principios antiliberales y que propugnaba la aplicación inflexible de la doctrina tradicional cristiana. Parecidos pero no iguales y en cuestión de creencias, radicales radicalmente opuestos. Cuidado con lo que escribimos, no vayamos a mezclar churras con merinas y moros con cristianos. De esto y mucho más debatimos ayer en una mesa redonda que reunió a profesores de Lengua y periodistas.