El progreso no se detiene. Salir de un lío y meterse en otro caracterizaba al liante compulsivo. Se ha elevado el listón; antes de aclararse uno solo de los cien embrollos acumulados, se inventa un nuevo enredo que tampoco será desenredado. La confusión, excipiente preferido de los políticos embaucadores, enerva al personal. La realidad suele brindar ocurrencias a la fantasía. ZP encarna el título de la comedia "¿Quién me compra un lío? "; tal vez alguno de sus socios catalanes le complete el pregón: Los tengo "de buenos", los tengo "de gordos"? A mi amable y locuaz compañero de tren le dio por resumir en poética cita el centón de maldades que a su juicio, están desmedulando este desgraciado país: "Doquiera la mente mía?", recitó; se mire donde se mire, no se encuentra nada que tranquilice el ánimo. La cesta de los líos resucita sin renovarlo, el discurso del asustadizo ciudadano enrocado en su castillo de la derecha de toda la vida. Lo malo es que los datos abonan su teoría. A los muchos motivos de preocupación, se añade éste: La oferta pública de E.On por Endesa amenaza tirar al suelo el sombrajo levantado junto al Estatut. La inmediata y nerviosa reacción de Rodríguez Zapatero es prueba fehaciente de su compromiso con políticos y empresarios catalanes. Nada hay tan oculto en la noche que no pueda ser descubierto con el día; lo avisa la Biblia. Pretendieron convencer de que la opa sobre Endesa era una simple operación empresarial sin connotaciones políticas; gentes crédulas cayeron en la engañifa, tramada con la presunta finalidad de despejar suspicacias. Ante el órdago de la empresa alemana Rodríguez Zapatero, dando de mano a cualquiera subterfugio, anuncia la decisión del Gobierno a oponerse por razones "de españolidad" que habrá que cohonestar en la UE. En todo caso, un lío morrocotudo que pide sitio en un mal momento.

No pueden quejarse de falta de tomas los comentaristas que han de contentarse con dar breves toques a los más importantes. Ausente obligado de este espacio en los últimos días, compruebo por la lectura de los periódicos, cuánta razón asistía al clásico cuando se dolía de la cortedad la vida siendo tan larga la tarea. Las noticias parecen agostarse desplazadas de la actualidad por otras más recientes; muchas caen en el desván de los inmemoriados inertes, sin el acompañamiento de la apostilla oportuna y merecida. Remite la fiebre informativa de los tremendos sucesos desencadenados en el mundo musulmán por las malhadadas caricaturas de Mahoma. Quizá con el tiempo se conocerá mejor la génesis de la turbulencia fundamentalista que ha hecho temblar al cobarde Occidente de laxa conciencia; porque la orquestada reacción ha sido tardía e injustificada. Como era de esperar, la amenaza persiste bajo fórmulas distintas; cierto imán cuyo nombre debiera proscribirse en toda publicación, ha ofrecido una ingente cantidad de dinero al sicario que asesine al caricaturista; ¿Cómo castigar la incitación a matar, cuando se presenta como exigencia normal de una civilización? ¿Puede considerarse civilizada una sociedad que anclada en el siglo X, se niega al progreso social? La pregunta se encuentra en línea con afirmaciones recientes de Amando de Miguel en un espacio televisivo.

Mi consejero el Emérito mira las religiones bajo el prisma del ingenio. Afirma que la fe no es incompatible con el humor, una de las más exquisitas manifestaciones de la cultura; el hombre que ríe es feliz; o sea, que la risa tanto como la fe es causa de alegría. Pero esto no quiero decir que el tema religioso sea campo abonado para la befa, la burla y el escarnio, tres bárbaras y condenables fórmulas de falso donaire. Ha sorprendido la argumentación del Tribunal Superior de Justicia catalán que ha rechazado admitir a trámite la denuncia presentada contra Maragall y Rovira, los paletos que bromearon con una corona de espinas en Jerusalén. Para un creyente con fe de carbonero el auto contiene afirmaciones peregrinas; un símbolo posee significación muy distinta a un "souvenir"; símbolo religioso es un crucifijo, un rosario, una cruz; símbolos religiosos que lo mismo que la bandera, el himno y el Rey, deben tener garantizado el respeto. Es cierto que la "broma" de Carod Rovira no es una profanación; pero constituye un insulto a millones de fieles que consideran la corona de espinas como un símbolo de la Pasión de Cristo. No es pues, el auto la verdadera causa de la sorpresa sino algunas de las opiniones formuladas sobre determinados asuntos religiosos, la irreverencia y la mímica o gesto. (Para los italianos no hay insulto más grave que el gestual). Hasta los santos bromearon en alguna ocasión sin ofensa para nadie, a propósito de la Corte Celestial. El Catolicismo ha dado a la literatura grandes humoristas que no obviaron el tema religioso; Carod Rovira no figurará ni siquiera en las antologías del género bufo.