Como estaba previsto, el prestigioso arquitecto Rafael Moneo -su elección ha sido un acierto del Ayuntamiento de la capital- presentó su proyecto de restauración del castillo de la ciudad para albergar, como museo, el legado artístico del fallecido escultor zamorano Baltasar Lobo, lo que representará sin duda un importante hito cultural, artístico y turístico para Zamora. Las obras de remodelación se asegura que empezarán pronto, puede que al acabar el verano, pero según el autor del proyecto no durarán menos de dos años. Se lleva ya tanto tiempo pendientes de este empeño, que, en realidad, poco importaría ya que se tardase en ello algo más o algo menos, pero es que al finalizar 2007 finaliza también el plazo otorgado por la Unión Europea para su cofinanciación.

La oposición municipal del PSOE, independientes e IU, hace tiempo que había advertido claramente de este peligro, viendo el ritmo lento que impregna todo el proceso de ejecución de esta actuación -el PP sólo parece tener prisas y urgencias cuando las obras le corresponden al Gobierno socialista- y resulta ahora que la situación temida va a producirse, lo que podría suponer la pérdida de la mitad de los fondos que han de invertirse. Una situación incómoda y arriesgada, porque en Europa, y existen precedentes, no gusta esta forma de trabajar.

Por si acaso, el concejal de Cultura ya ha anunciado que si es preciso se pedirá una prórroga, mientras el alcalde de la ciudad se mostraba confiado en que se puedan cumplir todos los plazos otorgados. Pero no se lo cree ni él. Lo cierto es que la promesa electoral del museo de Lobo lleva ya dos mandatos -ocho años- sin cumplirse, lo mismo que tampoco se ha cumplido la de construir el nuevo puente sobre el Duero, y todo ello se acumula en el debe del alcalde y de su equipo de Gobierno que a estas alturas y entre unas cosas y otras, a muy poco más de un año de los próximos comicios municipales, tienen cada vez menor credibilidad entre la ciudadanía zamorana.

Claro que no se sabe muy bien si les importa, a juzgar por el incidente ocurrido el día de la visita de Moneo con los alumnos de la Escuela de Arte del Castillo, que van a verse desalojados del lugar sin que todavía se sepa dónde se les ubicará, al no estar dispuesta todavía la antigua Escuela de Magisterio, lo que ha creado un profundo malestar entre el personal del centro. Los alumnos, con pancartas protestando contra la situación creada, se fueron a por el alcalde para pedirle explicaciones y si bien en principio Antonio Vázquez, que suele mostrarse afable, intentó hablarles y dialogar, pronto perdió los nervios y parece que acabó increpando a los alumnos, a los que, según ellos, tildó de impresentables, imbéciles y bocazas mientras los jóvenes rodeaban el coche oficial mostrando y agitando las pancartas. Es como si el alcalde, con esa actitud prepotente, estuviese ya deseando dejar de serlo, que es la misma sensación que desprende su equipo, a juzgar por los últimos presupuestos municipales y por otros variados síntomas. Hasta la oposición semeja estar ya a la espera de la hora del relevo, aunque falte tanto todavía.