Cuando hoy los hombres corremos detrás del último modelo de vestido, de coche, de móvil, de ordenador?, parece que todavía seguimos atados y aferrados a las antiguas esclavitudes y servidumbres. La vida nueva que Dios nos ofrece no está en la liposucción ni en la cirugía estética antiarrugas, sino en la liberación del corazón de todas las cadenas que lo oprimen.

Todos conocemos la bonita página del evangelio en la que se nos narra el milagro de aquel paralítico al que sus amigos, al no poder acercarlo a Jesús por el gentío que había en la casa, lo descuelgan por el tejado hasta la habitación en la que él estaba; Jesús asombrado por la fe, la amistad y la valentía de aquellos hombres perdona los pecados del enfermo y los escribas que estaban al acecho se escandalizan acusándolo de blasfemo, pues sólo Dios puede perdonar los pecados. Entonces Jesús después realizado el milagro del perdón, le devuelve la salud al paralítico.

Es el comienzo para aquel hombre de una nueva vida; curado y sanado interior y exteriormente, se siente una persona nueva. Tocado por la misericordia y la fuerza de Dios, y puesto en pie, reclama su dignidad de hijo de Dios y su dignidad de persona que tiene algo que decir y hacer en este mundo.

Todos los cristianos hemos experimentado en nuestro interior el amor de Dios, esa misericordia con la que se acerca hasta nosotros para levantar nuestra esperanza, fortalecer la fe y aumentar el amor. Ese encuentro personal con el Señor nos hace sentir hombres nuevos, ya que el amor de Dios hace nuevas todas las cosas. De aquí brota el potencial transformador y radicalmente inconformista de todo cristiano; la propia experiencia de libertad, novedad y frescura, lleva a situarnos de una forma nueva ante el mundo, ante los demás y ante nosotros mismos.

"Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa", son palabras que Jesús nos dirige hoy a cada uno de nosotros los creyentes. ¿Cómo es posible que después de haber gozado del perdón, del amor y de la presencia de Dios continuemos paralizados y atemorizados en nuestras camillas? Es el momento de pasar a la acción, de levantarse, de coger en las manos las ataduras que humillan a los hombres y destruirlas, de trabajar por un mundo nuevo movido por el amor donde todos los hijos de Dios vivamos en la libertad de la fraternidad universal.