Leo el artículo "Soy danés" de José María Lasalle del pasado lunes en "ABC" y en él la afirmación de que "la ley debe primar sobre los dictados de la conciencia cuando éstos colisionan abruptamente con ella". Libertad de prensa por una parte en un país occidental, en Dinamarca, cerco islamismo fundamentalista por la otra. Pero no es el artículo en sí, es esa posibilidad de "colisión abrupta" entre la ley y la conciencia lo que me llama la atención. ¿Vale la afirmación cambiando de lugar los términos, "la conciencia debe primar sobre los dictados de la ley cuando éstos colisionan abruptamente con ella"?

Tentación de la política es poner precio a la conciencia convirtiéndola en una mercancía más, forzarla y someterla bajo pena de ser calificada como regresiva, retrógrada y cavernícola. Tentación la de pretender aquí, entre nosotros, un cristianismo adaptado y simpático, al tiempo que los pilares de la fe son desacreditados y tachados de fundamentalistas. "La fe no busca el conflicto, decía el otrora cardenal Joseph Ratzinger, sino el ámbito de la libertad y tolerancia mutua. Pero no puede dejarse formular en etiquetas estereotipadas y adecuadas a la modernidad. La fe es una fidelidad superior". Dado que las leyes que atañen a cuestiones humanas esenciales, las grandes decisiones sobre la vida, la familia, la muerte, la libertad compartida, se nos están mostrando tan volubles, inseguras y escoradas, es por lo que tiene que haber personas que reclamen ese reducto no escrito, asentado en los interiores de uno mismo, alimentado y sostenido por la propia coherencia o convicciones religiosas.

Tentación por la otra parte pretender que el ordenamiento legal de una nación sea calco y copia, orientación y medida de la moral. Las leyes, mal que pese, miran a un amplio horizonte de personas, a que los menos posibles se sientan atrapados y constreñidos y evitar así la acumulación de delitos y sobrecarga en los juzgados. Las leyes actúan desde fuera, sólo exigen la no trasgresión, la conciencia se mueve desde dentro, se asienta sobre convicciones

Bien quisiéramos que en esta Europa nuestra, también en España, no nos tengamos que encontrar en la tesitura de tener que elegir entre la ley y la conciencia. Los gobiernos, para que no olviden que buena parte de los ciudadanos somos creyentes. Los creyentes, para no imponer nuestras creencias ni olvidarnos que somos seguidores de un tal Jesús, víctima también él del fundamentalismo de su tiempo. El bienestar general, el respeto y la tolerancia estarán salvaguardados desde una bien entendida adscripción religiosa, a mil leguas de todo fundamentalismo. Cuando las leyes colisionan "abruptamente" con los dictados de la conciencia es que algo no está funcionando bien.