Durante algún tiempo fue tema bisbeado en los mentideros madrileños la perdigonada de don Manuel. Don Manuel Fraga Iribarne, obviamente. En una cacería don Manuel le dio al gatillo y sembró de perdigones la región glútea de Carmencita, la unigénita de Franco. Al general le dieron la noticia asegurándole que las heridas no revestían gravedad; su reacción debió sorprender a más de uno de los invitados a la cacería: "Ya se había dicho que el que no sepa tirar que no tire", comentó. Don Manuel sabía pues, a qué atenerse. No se le consideraba experto en cinegética; y sin embargo, se atrevió a protagonizar otro episodio venatorio, la famosa caza del urogallo que por tratarse de especie protegida, le granjeó duras críticas de rivales políticos y periodistas no afines. Quizás Arturo Barea nos explica en "La forja de un rebelde" la fría reacción de Franco del que hace un retrato más cruel que generoso: "Este tío no es humano -pone en boca de un legionario- no tiene nervios". Me permito aportar un dato. Ocurrió en el monasterio de Poblet, con ocasión de la vuelta de los restos de los Reyes de Cataluña y Aragón; en la Puerta Dorada, Franco, acompañado de las autoridades catalanas, espera la llegada de los armones. Los periodistas nos fuimos colocando en segunda línea; empujado por los compañeros, me encontré detrás del jefe del Estado; uno de los caballos dio un bote y Franco retrocedió un pie que puso sobre uno de los míos; y así permaneció hasta que pasó el armón. Ni una palabra de disculpa. Comenté con mis compañeros la impasibilidad de Franco.... aunque el dolorido era mi pie. Rafael Manzano me echó en cara mi cortedad al no advertirle de la pisada. Le contesté que por un momento estuve tentado de repetir la protesta de los muchachos de mi pueblo en casos semejantes; ¡Alza... que pisas a un cristiano! Pues, a lo mejor le hubiera hecho gracia, sonrió Manzano. Y ¿si no?, se preguntó Manolo Tarín. Esa misma mañana de mayo, cuando contemplaba la pétrea imagen de Santa María de Poblet que corona la portada del monasterio, fui atropellado por el coche del comandante de la Guardia Civil de Tarragona, con gran susto del gremio periodístico; algunos proponían denunciar el caso, pero pudo más la voz de la prudencia: No te metas en líos.

Más grave por sus consecuencias físicas y políticas es la perdigonada que se le escapó a Dick Cheney, vicepresidente estadounidense. En la guerrilla política que rara vez se caracteriza por finos aromas, urge aprovechar los fallos y desgracias del rival; como decía el fraile con la suripanta al hombro, todo vale para el convento. El político yanqui tiraba a las codornices y roció con perdigones a su amigo y compañero en la cacería, el potentado Harry Whittington. No se le critica por su torpeza con la escopeta sino por mantener en secreto el accidente y no pedir disculpas... al pueblo americano. Los políticos, en un ejercicio un tanto tartufista, pretenden ponerse la venda del herido al que le correspondería reclamar (y hasta ahora no ha reclamado) daños y perjuicios a su amigo. Pero suele ocurrir, como en este caso, que los pájaros se tiren a las escopetas. Se ha recordado que el pueblo tiene derecho a saber lo que está pasando en cuestiones grandes y pequeñas; suena a paradoja esta afirmación en boca de Hillary Clinton, ejemplar sufridora de secretismo. De secretismo en cuestiones graves acusa la oposición al presidente del Gobierno. Se recuerda que al buen callar le llaman Sancho, pero el callar sólo se admite como bueno y obligado cuando no se debe hablar, lo que no es el caso.

Como dijo el César de su mujer, el político debe ser honrado y parecerlo hasta en las circunstancias más irrelevantes. De menudencias contrastadas se hicieron frecuentemente grandes montañas bajo las que se entoñaron prometedoras carreras políticas. El vicepresidente Cheney ha sido sorprendido en renuncio al cazar sin los papeles administrativos reglamentarios; la "nimiedad" ha sido motivo suficiente para tramar una abultada antología de faltas más o menos graves en su trayectoria de gobernante. No es que Rafael Simancas sea santo de mi rezo diario; siempre tiene el dedo en el disparadero y tira con frases. Pero se encuentra en una situación desagradable de la que debe salir en cuanto pueda. Un periódico, "La Razón", ha hecho públicas algunas irregularidades administrativas; retraso en el pago del IBI e impuesto de plusvalía por la venta de un chalé. Ha contestado con argumentos que le parecen suficientes. Pero no cabe suponer torpeza administrativa en quien con tanto celo y renovadas energías denuncia irregularidades del gobierno de la CAM. "Procure ser en lo posible el que ha de corregir, incorregible". Cuanto antes saque pecho, mejor. Tampoco en política es bueno dar tres cuartos al pregonero.