Bajo la dirección editorial de Fernando Lázaro, el diario El Mundo de Castilla y León, que dirige con mano firme Oscar Campillo, publicaba a finales del pasado año una atractiva Guía titulada "Hoteles con encanto de Castilla y León". Una selección con los 75 mejores establecimientos hoteleros, alojamientos fuera de lo común -con duende-, en la que se han tenido en cuenta las distintas cualidades que le proporcionan el "duende": antiguos palacios o modernas estancias, servicio, entorno, calidad y calidez, en definitiva todos los elementos que contribuyen a que "la estancia sea única y la experiencia inolvidable".

La Guía, bien cuidada y yo diría que perfecta, no deja indiferente al lector que, ávido, busca ese rincón placentero, urbano o rural, en el que disfrutar como poco de un fin de semana, de una celebración, de un acontecimiento familiar o social. Los hoteles elegidos, francamente, parecen tocados por el dedo de algún dios del Olimpo. Los setenta y cinco establecimientos tocados de gracia, tienen algo especial, tienen embrujo y eso se comprueba fácilmente, más allá del texto, a través de una selección de cuidadas fotografía que ponen de manifiesto aquello tan conocido de: "una imagen vale más que mil palabras".

Me ha proporcionado una enorme alegría comprobar que uno de los establecimientos hoteleros elegidos es el, hasta hace poco, llamado "Tryp Recoletos" y actualmente "Meliá Recoletos" de Valladolid. Un hotel magnífico y no sólo por lo que atesora, que es mucho, sino por el factor humano. En eso tiene mucho que ver su director, mi buen amigo Armando Reinoso, un profesional como la copa de un pino. Armando dirige un equipo de personas que contribuyen a hacer de la estancia en el Hotel Meliá Recoletos un acontecimiento inolvidable. El hotel de Armando se ha convertido en mi casa. Siempre que necesito hacer noche en Valladolid, no lo dudo un instante, el hotel de Armando es el elegido y a fe que Armando hace todo lo que está en su mano para que la estancia sea inolvidable. Con directores así, no me extraña que la cadena Meliá sea una de las primeras en el ranking hotelero.

Cinco fotografías bastan para hacerse una idea de cómo es por dentro y por fuera este céntrico hotel vallisoletano, situado en una de las zonas más agradables y privilegiadas de la capital del Pisuerga y que conserva el encanto de poseer una preciosa fachada de finales del siglo XIX que lo convierten en un palacete cargado de sabor. Siendo hermoso como es el continente, el contenido lo es más si cabe. Han sabido conjugar el estilo clásico de principios del siglo XX con ciertos toques de modernidad y una estética agradable que convierte a este hotel en una de las joyas de la corona hotelera de Valladolid.

Me alegro de que tan importante Guía considere al hotel de mi buen amigo Armando Reinoso como uno de los setenta y cinco hoteles con duende que se reparte Castilla y León. El duende no está única y exclusivamente en la decoración, en el glamour, en el encanto, el duende está en las personas que le prestan el alma, que ponen su corazón, su amabilidad y su simpatía al servicio de los clientes. Y en eso, Armando y su equipo constituyen un magnífico ejemplo. De qué sirve un establecimiento hotelero maravilloso si la simpatía, si la amabilidad, si el buen trato brillan por su ausencia. Y de esos, hay unos cuantos también repartidos por Castilla y León. Pero, ya digo, no es el caso. El Meliá Recoletos, su cafetería "La Fontana", el restaurante "La Miranda", sus ochenta habitaciones, su extrema pulcritud, su confort y el sello que le imprimen Armando y su equipo lo convierten, no me extraña, en un hotel con duende. Enhorabuena, amigo mío.