No fue muy afortunada la expresión "violencia de género", y está por ver la eficacia de la ley dictada para combatirla. Hasta ahora no han disminuido en número y gravedad los casos de ofensas, lesiones y muertes en riñas de pareja. Es un dato que no arguye fracaso de la ley antiviolencia; es más que probable seguro que sin ella, las cosas hubieran ido peor. Pero resulta más evidente la necesidad de atacar el problema en su raíz, en sus causas pues en la mayoría de los casos la violencia de género no nace por generación espontánea, tiene un principio acaso inocuo -el doliente verso becqueriano- y crece alimentada por añadidos motivos de enfrentamiento entre la pareja. Nadie duda de que una educación deficiente y una inadecuada formación moral se encuentran en el origen de esos lamentables procesos conyugales. Por otra parte, es cierto que los rencores llaman a la violencia. La sociedad se desenvuelve actualmente en un clima dañino de enconada crispación con manifestaciones múltiples: en la escuela donde los maestros sufren ofensas verbales y físicas de los alumnos; en la familia donde muchos padres no conservan ni el menor atisbo de autoridad sobre los hijos; en la calle, en los deportes. "Tolerancia, cero"; he aquí la solución de moda para acabar con todos estos males; en realidad, una expresión demasiado pretenciosa en su radicalidad. La Ley ya tiene fijados límites de lo intolerable. Pero nos dejamos ganar por el afán de jugar con las palabras y éstas terminan por perder su verdadero alcance.

Tampoco el teatro de la política es la mejor escuela de buenas maneras, en las que la ciudadanía podría ejemplarizarse. No divierte asomarse a esos foros animados como gallineros confusos. Uno tras otro se suceden los casos de "violencia de cámara", expresión que no gana en corrección académica a la "de género" pero se nos antoja de fácil traducción. En el reñidero político ya no queda ni la sorpresa de la frase ingeniosa, ni se espera oír insultos definitorios de un carácter o descriptivos de una conducta; ninguna curiosa antología del parlamentarismo se enriquecerá. Todas las intervenciones se ajustan a un programa, tramado sobre consignas. Unos dirán que no a todo, negando si es preciso lo evidente; otros no se pararán a sopesar la opinión del contrario; la descalificarán sin contemplaciones. Se libran así "de la funesta manía de pensar"; de la búsqueda, a veces penosa, de argumentos: de la preocupante incertidumbre que toda discusión entraña. Al parecer la consigna que repiten políticos y medios políticos de la misma cuerda, es muy simple y hacen falta ejercicios de mnemotecnia para recordarla: Mentira; a todo lo que diga el de enfrente, contestad mentira. Y el foro repite con el tango del desengañado: tango; "Diré que todo es mentira... ¡Yira!".

Después de las merecidas vacaciones madrileñas, sus señorías han vuelto donde solían. Según apunta mi cronista parlamentario favorito, en el palenque se les advertía desentrenados: ni Rodríguez Zapatero ni Mariano Rajoy "rayaron a la altura" de anteriores intervenciones, algunas ciertamente memorables; al presidente se le veía como desganado, cansado; es natural después de tanto rifirrafe. Sin embargo, el programa promete ser más entretenido y dramático que muchos espacios televisivos de la tarde. Los socialistas se proponen desactivar "una campaña vil de ignominias y calumnias lanzadas irresponsablemente por el PP". Lo ha anunciado, con finura y contundencia evidentes, Diego López Garrigo, el famoso polemista de agosto. El hombre siempre peca por frase de más. Esta es antológica; "No es noticia en una democracia que salga un criminal que cumple su pena". Pues, verá usted, don Diego; cualquier alevín de periodismo le diría que se trata de una verdadera noticia periodística; el singular tratamiento que ha recibido en todos los medios de comunicación, demuestra que como gran noticia ha sido considerada por los profesionales. En democracia y en dictadura, en régimen teocrático o laicista supone un acontecimiento singular. Desde el filósofo más profundo hasta el ignaro tejero de mi pueblo conturba el hecho de que el autor probado de ochenta y tantos crímenes y condenado a millares de años en cárcel, sea excarcelado a causa de una legislación deficiente. La noticia es de las que hacen época. La explicación es otra cosa; pero hacen mal en recurrir a la coartada; la excarcelación de etarras durante los gobiernos del PP no debiera exhibirse como justificación de la liberación de Parot. Lo mal hecho mal parece.