Con la próxima presentación pública del proyecto del arquitecto Rafael Moneo para la remodelación del castillo de Zamora parece que arrancará, por fin, después de muchos años, la puesta en marcha real de la adecuación de la vieja fortaleza como museo de la obra de Baltasar Lobo. No es que aún no falten trámites, que faltan, pero menos. Aun así, habrá de otorgarse antes el visto bueno del departamento municipal de Urbanismo y de la Comisión del Patrimonio, tras lo cual podrá abrirse ya el procedimiento de contratación de las obras. Total, que se espera que para el verano puedan comenzarse los trabajos de restauración del histórico edificio.

Hay que confiar en que así sea, a la postre, que no surjan nuevas complicaciones y retrasos y que puedan cumplirse tanto los plazos de inicio como de acabado. Hay razones para ello, sobre todo que si a final del año 2007 no estuviese el proyecto convertido en realidad, peligraría su financiación que se lleva a cabo con fondos europeos. Y que ese año, como se sabe, hay elecciones municipales, lo que llevará al equipo de gobierno del Ayuntamiento a ser exigente con las obras pendientes, por la cuenta que le tiene, y más con la que le puede caer encima a costa de los trabajos de readecuación que se van a realizar durante todo este año en pleno centro de la ciudad.

Así que cabe pensar y creer que el museo de Lobo se concluirá en los plazos que se manejan, eso sí con un retraso enorme sobre lo que cabía esperar, por mucho que se esperase, y que Zamora contará con un nuevo, importante y original museo que añadir a sus atractivos de cara al visitante. No es que las esculturas del fallecido artista de Cerecinos sean de carácter muy mayoritario, ni lo es, en general, siquiera el arte de esculpir, pero este museo puede representar para Zamora un espacio de prestigio -lo mismo que debe ocurrir en su día con la casa-museo de León Felipe- para añadir, por ejemplo, a los más populares de Semana Santa o del Regional Etnográfico. Por cierto, que este último, aunque el año pasado aumentó considerablemente su número de visitantes, continúa sin tener por parte de la Junta la promoción y la publicidad necesarias, siendo insuficientemente conocido en Castilla y León, mucho menos desde luego que los museos de arte moderno de Valladolid y León.

El museo de Baltasar Lobo, restaurado el castillo y el entorno, representará una aportación cultural y artística para Zamora de primera categoría y será, de algún modo, como el final de trayecto de un recorrido por la historia que comenzará en la parte vieja de la ciudad que ahora se remodela, continuará en el casco antiguo con su densa colección de románico urbano y museos diversos y terminará en una fortaleza del siglo XII que albergará en su seno la pureza de las líneas y volúmenes del gran escultor zamorano. No es poco y hay que saberlo vender, pues van a existir para entonces elementos y atractivos más que suficientes para hacer de Zamora una ciudad con un gancho turístico muy fuerte y capaz de satisfacer entre unas cosas y otras a todo tipo de visitantes.