En este año se ve solicitada la Compañía de Jesús por puntuales celebraciones. Por ejemplo, se cumplen cinco siglos del nacimiento de San Francisco Javier, el mítico atleta de la propagación de la fe cristiana; viajero indomable y predicador tenaz, bautizó en sus correrías misioneras a más de setenta mil paganos. No parece que la devoción popular por el emblemático misionero registre hoy en día los fervores y entusiasmos que conocimos en la mocedad; se sabe que estos movimientos se producen por rachas, impulsados por soplos oportunos. ¿Dónde está el fuelle? También la compañía ignaciana ha conocido a lo largo de su secular historia, bonanzas y tormentas que han marcado su peripecia. Se ha comentado que las conmemoraciones de este año van a ser aprovechadas por los jesuitas para una serena introspección, (para una catarsis, se ha exagerado), y la puesta a punto que los tiempos le exigen. Existe curiosidad por el encuentro con Benedicto XVI y por conocer al nuevo "Papa negro"; es lógica esa expectación ante el nuevo timonel de la Compañía que tanto ha significado y debe significar en la vida de la Iglesia. Por esto mismo comparten la expectación por su inmediato futuro tanto sus devotos como sus detractores.

En los años de la Segunda República se manifestó con meridiana claridad esa diferente actitud ante los jesuitas, significada en dos singulares acontecimientos teatrales. Es curioso que el uno y el otro ocuparan el mismo escenario, el Teatro Beatriz (los republicanos lo dejaron sin "Infanta"). En 1932 se estrena "A.M.D.G.", de Ramón Pérez de Ayala; el título es el anagrama del lema de la Compañía de Jesús, "Ad majorem Dei Gloriam". El autor, antiguo alumno de los jesuitas en Gijón y Carrión de los Condes, se rebela contra sus maestros en una obra tendenciosa y sectaria, una sátira desagradable y triste por su pesimismo. El síndrome del colegial rebotado es frecuente entre alumnos de colegios religiosos -Azaña, por ejemplo- y seminarios; pero la verdad es que el académico asturiano no acertó a expresarlo. A todo el mundo le pareció oportunista la puesta en escena de "A.M.D.G.", escrita como novela en 1910. Julio de Hoyos la lleva al teatro cuando pocos ignoran que se está preparando el decreto de disolución de la Compañía de Jesús, que será publicado el 24 de enero del año siguiente. Esta circunstancia y la fama de "intelectual avanzado" bien ganada por Pérez de Ayala concitaron la animadversión de católicos y monárquicos que compraron casi en su totalidad el aforo del teatro. El pateo fue de los que hacen época; la función fue interrumpida varias veces por ruidosas y violentas protestas; la policía detuvo a los más exaltados y el gobernador civil les impuso multas cuantiosas. La verdad es que el sonado fracaso representó muy poco en la trayectoria del gran pensador, literato y poeta.Me parece significativo este apunte político: al comienzo de la guerra civil se fue a Buenos Aires y en 1946 fue nombrado agregado cultural de la Embajada española.

A no pocos pareció justa réplica a la antijesuítica obra de Pérez de Ayala, "El divino impaciente", de José María Pemán. En este drama poético- religioso el autor andaluz presenta una encendida apología de la esencial condición misionera de los hijos de San Ignacio de Loyola. La obra fue estrenada en el mismo Teatro Beatriz, el 27 de septiembre de 1933. En esta ocasión, monárquicos y católicos acuden para aplaudir con fervor la versión teatral de la gesta incomparable de Francisco Javier. El estreno había sido precedido de dura polémica en la que tomaron parte para oponerse a la representación algunos sectores republicanos. Parecida división se produjo entre los críticos; algún aristarco se excedió. Por ejemplo más notable, estas palabras de Angel Valbuena Prat: "Nuestra generación, influida del excesivo rigor de la poesía pura, fue injusta -fuimos- con esta obra y otras análogas de Pemán". Sin embargo, buen poeta y orador de palabra brillante, había triunfado en el teatro. Las derechas encontraron el autor a la medida de sus creencias políticas y religiosas. A lo largo de muchos años sus versos luminosos y sonoros animaron las veladas literario-poético musicales de los colegios religiosos; y con "El divino impaciente" se probaba el buen hacer teatral en los seminarios y en la Acción Católica. Hoy no "mola" Pemán a sus antiguas gentes ni entusiasman las impaciencias del misionero por antonomasia. Quizá nos dejamos llevar por añoranzas de viejo: A ver si con esto del centenario cambia la racha.