A Zapatero lo que es del César; y a Ronaldinho lo que es de Dios. El arzobispo de Barcelona, Lluis Martínez Sistach, ha dicho que la expulsión del astro brasileño en la Copa del Rey fue «exageradamente rigurosa». A monseñor, que preside la Asociación Española de Canonistas, se le atraganta la justicia arbitral cegado por la visión angelical de ese querubín de ébano, Ronaldo de Assis, que adorna su apellido de hábito fransciscano con regates luciferinos. Entenderíamos que se quejara el obispo de Vizcaya por la situación del Athletic, que juega en la Catedral de San Mamés; o que interviniera en asunto tan mundano el obispo de Tarrasa, ya que el Sabadell ocupa la Cruz Alta; pero que monseñor Sistach refute a los árbitros del Barcelona tiene pelotas. En Zamora el viejo campo de fútbol se llamaba el Calvario y el actual es vecino de San Atilano y pese a ello nunca oí a Don Casimiro poner el grito en el cielo por un penalti no señalado o por una mano injusta, aunque fuera la mano de Dios.