Miércoles, 20 de julio

No me siento nada católico. Así que me paso todo el día en esa compleja ciudad que es la cama, como decía Ruano. Marigel me pone a dieta de infusiones de manzanilla, arroz hervido y galletas de canela. Se conoce que algo me ha caído mal. Es la primera vez que escribo tumbado, tal como completó su obra Juan Carlos Onetti. También creo que fue costumbre diaria de Valle Inclán. Pero la experiencia no me resulta placentera, ni mucho menos, sino incómoda y humillante. Recuerdo que de pequeño sí me gustaba estar malo y metido en la cama. Sobre todo, cuando vivía en el internado salesiano. Ahora es distinto. La enfermedad, como escribió Chateaubriand, es un golpe de viento que nos acerca algo más a la muerte. Por eso me siento irritado y de mal humor. Quiero levantarme y recuperar mi rutina cotidiana. Pero estoy demasiado débil, tengo la tensión por los suelos y el ánimo a la altura de la rodilla. La verdad, sólo me consuela la lectura. Por la mañana, por ejemplo, leo la última novela publicada de John Fante, "Un año pésimo", editorial Anagrama. Los novelistas americanos son los que más me gustan. Sobre todo, Fitzgerald, Dos Passos, Capote, Salinger y Charles Bukoswki. La obra de John Fante se lee sin duda gracias a la publicidad que le hizo Bukoswki. Curiosamente, hay escritores que deben la fama a otros escritores. Por ejemplo, Hemingway le debe la suya a Fitzgerald y a Sherwood Anderson, al que luego satiriza en una horrible novela titulada "Torrentes de primavera". Naturalmente, papá Hem también habló mal de Fitzgerald. El mito de Bruto y César se repite una y otra vez en todos los ámbitos de la vida y de la historia. Bruto es un arquetipo del inconsciente que nos empuja a traicionar a las personas que nos quieren y ayudan. Cuántas historias reales se podrían escribir gracias a este asunto.

Pero no sé por qué les cuento todo esto. Supongo que la debilidad de mi cuerpo envuelve a la imaginación como en una niebla espesa. Posiblemente, el escritor de diarios sufra de vez en cuando estos altibajos. Reconozco que la actualidad política me sirve cada día para completar el folio, pero, si he de ser sincero, confieso que a veces me aburren las frases venenosas. Por ejemplo, hoy tenía pensado arremeter contra Pilar Manjón. A veces, las víctimas deberían permanecer en su papel de víctimas. Pues cuando una víctima utiliza su desgracia como poder, suele caer en las garras fanáticas del victimismo. Y el victimismo, amigos míos, es la mejor opción para convertirse en verdugo. Sin embargo, no me apetece ensañarme con esta pobre mujer, que bastante desgracia lleva encima. Además, a su favor tiene unos ojos que se le han vuelto hermosos de tanto llorar. Una lástima que se deje aconsejar de esa manera.

Por la tarde, tras el arroz hervido y una manzana, Marigel me instala un equipo de música en el dormitorio. Así que me adormezco entre los brazos maternales de Billie Holiday. Después de los trinos y gorjeos de Barbara Hendricks en el concierto de ayer noche, la voz de Billie me parece tan suave y tranquila como un campo de trigo mecido por un viento solano. Por la ventana, me llegan como rumores de romería. O es que ya estoy soñando.

A las diez de la noche, logro levantarme y andar casi dignamente hasta el cuarto de estar. Pongo la televisión y veo Frasier, la única serie inteligente que ofrece la televisión desde los tiempos de José María Prada. La risa dicen que viene bien para los latidos del corazón y que limpia las arterias de impurezas; así que trato de no reprimir los espasmos ni las carcajadas consiguientes. En privado, suelo consentir a mi carácter toda clase de exteriorizaciones. Y por supuesto el llanto cuando pide la venia. Sin embargo, a medida que voy cumpliendo años, no me gusta permitirme familiaridades en público. He aprendido que la vida es cuestión de apariencias. También los sentimientos si están bien educados. Y ahora, quién me lo iba a decir, estoy dispuesto a morir por ellas. Todo el año es carnaval, amigo mío. El secreto consiste en elegir la máscara más apropiada. La mía hoy es la del enfermo de Moliere.