Antaño María Castaño, cuando nuestros abuelos, llegar a los 60 era, prácticamente, llegar al final de la vida. Longevos, lo que se dice longevos de ochenta y tantos y noventa y tantos años, pocos. La gente se moría joven. Casi nunca se sabía bien de qué. Se decía que de viejo y con eso te despachaban. Ahora no, gracias a Dios. Ahora la gente se muere de noventa y, teniendo las facultades mentales bien, con algún que otro despiste pero nada más, la gente cruza la laguna Estigia casi me atrevería a decir que en plenitud. No hay más que ver a "Papuchi". Y en este país nuestro "Papuchi" no hay más que uno: el progenitor de Julio Iglesias. Acaba de ser papá como quien dice y ya está pensando en incrementar el censo. Y eso que frisa los noventa si no los ha cumplido ya y sobrepasado.

Lo suyo ahora es que los sesentones y aún de más años se apareen, si se me permite la expresión, con veinteañeras y treintañeras, mujeres mucho más jóvenes que les dan alas en todos los sentidos. Lo de "redbull" funciona. Uno de los sesentones, acaba de cumplir 63 maravillosos años, que mejor se conservan, que más en plenitud está y que tras la separación de la que Dios, Uno y Trino le entregó por compañera, se ha unido a una actriz mucho más joven que él, es Harrison Ford. El actor norteamericano está de toma pan y moja. Vale ya de que según qué expresiones estén destinadas única y exclusivamente a las mujeres. Las feministas lo considerarían machista y de la paridad para acá, salvo en la cuestión anatómica, no hay o por lo menos no debe haber nada ni machista ni feminista porque, de otra forma, no se habrán alcanzado los objetivos perseguidos de igualdad.

A sus 63 años recién cumplidos, Harrison Ford está como un tren. Pero no como un tren cualquiera. Harrison Ford está como el AVE. Eso debe parecerle a Calixta Flokhart que lo mantiene atado a su cintura, y en ello están, amarraditos los dos, aunque a diferencia de la canción ella no lleve un recrujir de almidón y él sea, por cachabas, serio y altanero, por el contrario, es un tío agradable y sencillo al que no se le ha subido Indiana Jones a la cabeza. En los 60 militan muchos actores que están de buen ver. Y aún con 70 y 80. Ahí están como ejemplos dos ejemplares únicos: Robert Redford y Paul Newman. A sus setenta y muchos y ochenta y muchos todavía están para un favor. Y es que sabiendo llevar bien los "taitantos", hoy la senectud puede empezar a contarse a partir de los ochenta y no antes.

De nuestros abuelos para acá las cosas han cambiado mucho. Empezando por nosotros mismos. Y es que si a los cincuenta, antes, se estaba ya prácticamente para sopita y buen vino, ahora, con 63, se está para hacer los favores que se estime oportuno (ver Harrison Ford), y con noventa se puede aspirar a la paternidad como "Papuchi". Pertenecer al club de los sesenta no es un privilegio de viejos sino un placer de hombres y mujeres en plenitud.